Es increíble. A pesar de que el frío de cada otoño ya está en puertas, aún ningún inventor ha patentado el radiador barato para pobres energéticos. El precio de la luz anda por las nubes, la raya del termómetro a ras de tierra, y todavía ... no hay en el mercado un calefactor económico que abrigue a quienes sufrirán frío doméstico, incómodo e invivible. Y mira que es fácil... Basta una placa solar en el alféizar, un cable que pase por un agujero de la ventana, y el radiador colgado en la pared de adentro. En las autocaravanas que pululan por los aparcamientos gratuitos se pueden ver útiles modelos de placa solar, de paneles fotovoltaicos de andar por casa, con las que los modernos nómadas hacen las veces del fuego paleolítico. Porque ahora, en un mundo hiperdesarrollado, para obtener de manera fácil algún calor no es preciso arrimarse a la lava de un volcán, o frotar palito contra palito como un papúa, que basta con una plaquita como la que usan barcos, naves espaciales, algunas farolas o los postes de control de parking, y con ella los arrecidos tendrían una arma idónea para afrontar las crudas estaciones que se avecinan. Y eso, ahora, es muy fácil de hacer.

Publicidad

Recuerden lo que se necesitaba antaño para conseguir lo que hace Manolita mientras turistea por el paseo de la playa y envía a su madre una vista con voz del panorama con el móvil. Hace muy poco la cosa requería una flota de furgonetas coronadas por parabólicas gigantes y el apoyo de costosos generadores de energía. Ahora, Manolita levanta el 'mancontro' y 'mira mamá, estoy en Gijón', y ya está. Pero, ¡ay amigo!, el hombre es un bicho raro que gasta más en medidores de polución y mierda, que en eliminadores de polución y mierda, y así le va. La rentabilidad económica prima sobre la rentabilidad humanitaria, y por eso abandona inversiones poco rentables para irse a otras áreas que provean un beneficio mayor. Le es más rentable montar una ONG y vivir de eso, que resolver el problema social para el que ha sido creada. Si UNICEF repartiera condones en lugar de leche en polvo, otro gallo cantaría en algún superpoblado lugar del tercer mundo. Pasa con eso como con la droga. Si se legalizara, desaparecerían los miles de costosos problemas policiales, legales, carcelarios, económicos y criminales generados por su tráfico, y solo quedarían con el culo al aire el cocalero y el drogota tontaina.

Es ese mismo funesto mecanismo mental el que veda y veta por ahora el calor barato solar. Y por eso, el próximo otoño, como todos los años, tendré que volverlo a recordar.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

3 meses por solo 1€/mes

Publicidad