Morir al pie del cañón es una imagen que representa el fallecimiento de Marcelino Gutiérrez González. Si nadie sabe dónde se encontrará con la Parca, en el caso de Marcelino la redacción sería el lugar más probable de la cita. Murió pocas horas después de ... dejar esa redacción, donde había cerrado la edición de su periódico en la noche del sábado. Algo a lo que no renunciaba pudiendo hacerlo, pues los de su nivel no tienen por qué estar al pie del cañón hasta el último minuto.

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Marcelino, a pesar de su contención y economía en el trato social, era un hombre de acción en el sentido gineriano. Según el cual, la acción no tiene por qué ser un hecho deslumbrante en las costas más lejanas; sino la que permita ejercer una profesión honrosa y libre. En la que poner alma y fuerzas, pocas o muchas, a la solución de las cosas. Lo que en un diario es un no parar.

Hay países en los que para ser director de un periódico se necesita valor físico. Afortunadamente, aquí creo que Marcelino sólo tuvo que demostrar su valor moral; por cierto, el más valioso para muchos. A la par, demostró sensibilidad para captar su entorno, sabiendo que viajaba entre apariencias y enigmas. Y también oficio, para tejer una trama con la que organizó el complejo cañamazo aportado por su capacidad de observación. Y su paciencia para ajustarla diariamente, en la tarea sin fin de alinear astros tras su visión del proyecto EL COMERCIO.

Marcelino encarnaba a los creativos que Jorge Bagensber opone a los mediocres. Los primeros son los que piensan en su proyecto. Los mediocres piensan en sí mismos. Su proyecto, el periodismo, estaba fuera de él. Con voluntad y esfuerzo llegó a hacerlo suyo, se entregó a él. No fue egoísta. Fue un hombre comprometido. Entregado a su tarea cotidiana. En la que entretejía su vida profesional y personal, íntimamente unidas. Estos son los que integran la jerarquía social más alta. A veces mueren jóvenes y por eso debemos rendirles homenaje. Y consolar a su familia, lo que no es fácil, pues su destino era vivir. Pero deben saber que sentimos que nos regaló los valores que él aplicaba en el día a día. Que todos reconocemos .

Marcelino fue un esforzado explorador, del linaje de los ilustrados asturianos universales. Sabía que esta sociedad globalizada y de la información sigue albergando mundos desconocidos, muchos muy próximos y, además, en constante transformación. Y que su tarea como periodista era revelarlos. A ello aplicó su energía. Hasta caer exhausto. Pero dejó una obra y, como los buenos, un recuerdo de talante de bien hacer.

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Descansa en paz, amigo Marcelino.

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