Cuando un amigo se va los que quedan lo acompañan y piden para ellos una buena muerte. Si el amigo es ilustre suele llevar sentidas necrológicas, que refieren sus méritos y su talante. Aunque cada uno es diferente, la vida nos encasilla en tipos y ... los comunes suelen aparecer en los periódicos en la sección de esquelas.
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Hay gente que habla de estrés hídrico para decir sequía, y de ecosistema humano por comunidad. Son juegos de palabras que parecen acertijos y hacen olvidar cosas tan elementales como que la sociedad se concreta localmente, y que en los lugares formamos comunidades, más o menos soldadas. Y como cada una es de una aleación diferente, también son distintos los saberes de los soldadores. Unos que acaso en una ciudad no aportarán mucho, en una aldea son indispensables.
Es el caso de Tomás González de Xomezana. Tenía hermanos, pero él había quedado soltiru y vivía con y para su madre, Teresa de 93 años. Tomás había sido artillero en un chamizu pa la parte de Carabanzo. Eso no era cualquier cosa, debía tener conocimientos acreditados y, sobre todo, formalidad para manejar la dinamita. Luego entró en Hunosa y allí se prejubiló. Tenía una escudería: BMW para salir, Suzuki para poblar y un quad para las caleyas. En su casa siempre hubo ganado y él continuó la tradición hasta hace pocos meses, cuando anticipando la despedida fue deshaciéndose de él. Mientras tanto, fue un hombre bondadoso y siempre dispuesto a echar una mano. Un buen vecino, cuya aparente timidez en el trato no le impedía compartir una entretenida sobremesa.
Es curioso que los que hablan del ecosistema aldeano solo vean lobos, la alimaña de referencia que hizo vender las oveyas a Tomás. Y no fue el único. En ese mundo hay más personajes y no son solo de aldea, sino que baten más terreno. Algunos han sido retratados por Los Berrones de manera magistral. Como el talibán, variedad de soltero, propietario de una variada cabaña de singulares pelajes, y tanto una como otro de reacciones no lineales. Otros están, como el vaquero de la canción, enamorados de su profesión. Muchos no son lo que parecen y algunos tienen el pasaporte lleno de visas.
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Tomás pertenecía al tipo de soltero formal y trabajador. Era de los que no daban guerra a los vecinos. Por eso cuando desaparecen la comunidad nota su ausencia, pues apuntalan la vida diaria. Hace un par de semanas otro de esos pilares cayó, era Isaac González, de edad similar. Tal parece que la década peligrosa son los sesenta, si los pasas puedes rodar un par más. Isaac era el presidente del Teleclub. Más expansivo que su primo Tomás, Isaac era un líder de la comunidad al estilo xomezanés; dominaba el trato. Con la misma edad que Tomás, hace un par de años falleció Juan, de los Sierra de Bobia, en Onís. Su falta agranda el vacío. Sin ellos, los que acobardan al monte, la tierra se hace menos fecunda. Pierde biodiversidad. Adquiere otro orden. Algunos eran solteros de familias amplias y profesionales, como los Sierra, o la de Gustavo de Demués, quien en Arnaedo se apareció entre la niebla a los componentes del CGI Sela en 2022 , cuando seguían los pasos de Francisco Giner por los Picos de Europa. Él subía con la reciella y el suministro para veranear en Vegamaor. Saludó cortésmente y habló primero : -Ustedes que son, ¿militares? -Hay de todo, unos son del Regimiento y otros de la Universidad. -Yo hice la mili en Cerro Muriano. -Recuerdo que así comenzó Gustavo-. -Vivía muy bien. Sólo hacía imaginarias, cuidaba las oveyas y las cabras. Cada uno lo que sabe. Luego comentó lo bien que le trataba el capitán de su compañía, de quien recordaba nombre y apellidos. Y por no ser un conocido común, pasamos a otros asuntos.
La conversación fue larga, amena, e instructiva. Gustavo comentó el afán del día, pues venía de andar al herba en el lugar, y dio novedades en forma de bajas en sus efectivos. No se quejó. Cuando se despidió con un saludo de su mano sarmentosa, parece que ordenó a la niebla que se levantase. Y el día volvió a resplandecer. Todos, profesores, instructores e instruendos aprendimos varias cosas valiosas: que no todo está en los libros, lo importantes que son estos profesionales y el peligro de extinción que corren, pues sus saberes y talante de bien hacer se perderán como lágrimas en la lluvia. Y se perdieron. Como los quesos del puerto que en las majadas de Vegamaor, Ostón o Las Bobias, hacían los Gustavos y los Sierra, y que ya no hacen porque dejaron las oveyas y las cabras, aburridos por las alimañas.
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Puede que la aparición de Gustavo fuera pedida por Giner, quien se encontró allí, pero hace 140 años, con una pastorina que hizo de generosa anfitriona. Ella hacía lo mismo que Gustavo. Con el mismo talante afable y con la misma ciencia: la de hacer que el ganado coma bien. Y para que recordásemos a quienes andan entre la niebla y no se pierden, fuimos testigos de esa aparición que anticipaba el cierre de un ciclo. Y aunque los territorios no mueren, cambian. Es el desarrollo; el principio absoluto. Esperemos haber aprendido algo de Tomás , Isaac, Juan y Gustavo; como ellos aprendieron de José, César, Juan, León, Vidal y tantos más. Para adquirir autoconciencia y encarar con conocimiento y fortuna el nuevo ciclo.
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