El puerto de Honduras nos introduce con esfuerzo medio en la belleza del paisaje extremeño, preciosa cuenta ensartada en la milenaria vía de la Plata, por donde hemos venido circulando los asturianos con tanta frecuencia que, según los que investigan la genética, tenemos marcadores comunes ... todos los que vivimos a la par de ella.
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Así que por reconocernos merece la pena echar un vistazo de nuevo , aunque sea en pleno agosto, pues no es tan fiera la canícula como la pintan en comarcas montañosas como las del norte cacereño, pues la altura las atempera, como comprobamos cuando coronamos la que está señalizada como 'carretera paisajística' que saliendo de Hervás sigue al río Ambroz hasta el puerto de Honduras y nos deja a 1.440 metros de altitud. Son 17 kilómetros que se hacen asequibles para ciclistas neófitos, pues el desnivel medio no supera el 5%, a la vez que entretenidos, si reparamos en la sucesión de árboles que la orlan: primero alisos , luego castaños, que en el monte Gallego forman una espectacular bóveda verde , a los que suceden los robles, que de vez en cuando se abren y dejan ver la llanura donde se asientan las ruinas de la ciudad romana de Caparra y en la que espejan la cola del embalse de Gabriel y Galán y el de Baños, ejemplos de continuidad de la política hidráulica española, pues uno fue proyectado al inicio del siglo XX y construido a mediados, y el otro se inauguró en la última década del siglo, aunque por su aspecto 'romano' muchos lo consideren pariente del emeritense de Proserpina. En los últimos cinco kilómetros del puerto la carretera culebrea en espectaculares 'paellas', enmarcada por el piornal, y así actúa como mostrador del norte cacereño. Y ya coronando aparece un rodal de abedules , servales y sauces, que durante unos kilómetros nos acompañan en el descenso, donde se revierte la cliserie hasta el río Jerte , que circula profundamente encajado entre dos bloques serranos, lo que le proporciona un singular clima local, que permite el cultivo de cerezos, cuya floración en marzo atrae a miles de visitantes madrileños que colapsan carreteras y crean grandiosos embotellamientos rurales, en tales días aparcar se convierte en un ejercicio de habilidad y determinación para salirse de la cinta transportadora, por lo que primavera es la única estación no recomendada para ciclistas.
Al llegar al Jerte cogemos la carretera nacional que baja de Tornavacas, justamente en el paraje conocido como Garganta del Infierno a unos 600 metros de altitud, donde el río de tal nombre ha escavado en su cauce granítico una sucesión de albos pilones que inspirarían a Gaudí; la seguimos hasta su entronque con la CC-17.5 que en rápido y asombrado ascenso nos lleva por Valdastillas a la cumbre rasa de la plataforma serrana en Piornal (1.175 m/a) no sin antes aprovechar los miradores que de cuando en cuando aparecen. Ahora caemos por la otra ladera hacia el tercer río, el Tietar, cuyo valle da la comarca del tabaco y el pimentón, La Vera. Y el primer pueblo con el que nos encontramos asentado en un resalte a media ladera (600metros de altitud) , después de una sucesión de enrevesadas curvas, es Garganta la Olla; célebre por la abundancia de gargantas, como allí llaman a los encajados y pindios barrancos labrados en granito, que cuando remansan ofrecen charcas de frías aguas (pilones) y también por su arquitectura , de edificios de dos o tres pisos de sillares de piedra en el terreno, mampostería en el segundo y el alto en entramado saledizo, entre los que destaca 'la Casa de las Muñecas', cuyo color añil , avisaba ya en el XVI de su función paliativa para el sequito imperial, señal que hoy se mantiene con letreros de neón en muchos cruces de carreteras. Desde ahí bajamos al monasterio de San Jerónimo de Yuste , donde el emperador Carlos, siendo todavía adulto joven, se retiró, renunciando al mundo y a su pompa tras una vida viajera y de sobresaltos políticos y militares, para dedicarse durante los dos últimos años de su vida a arreglar relojes y a ponerse a bien con Dios . Hoy el monasterio y la residencia han sido reconstruidos y al lugar se le ha dado un simbolismo europeo, como reconocen el sello Patrimonio Europeo, ser la sede de la Academia Europea de Yuste y que desde 2013 sea habitado por monjes polacos, vecinos de los soldados alemanes fallecidos en tierra española durante la primera y segunda guerra mundial, cuyos restos fueron sepultados allí en 1983.
Bajamos a Cuacos de Yuste por la empinada y cuidada carretera de lo que en EE UU sería un sitio histórico nacional y nos dirigimos a Jarandilla de la Vera (585 metros de altitud) , fin de nuestro itinerario paisajístico de 95 kilómetros y dos buenos puertos; allí encontraremos una villa agradable, una residencia de la Universidad de Extremadura, un buen Parador Nacional, en el antiguo castillo palaciego de los condes de Oropesa, varios campings con pilones al lado del río y un nombre , Jaranda, al que los eruditos le dan un origen asturiano: Granda. Con lo que acabamos como empezamos.
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