A Dámaso Guillén, pericia y abnegación

Es un ejemplo para el país. Nos dice que hay que rendir al máximo posible y que así nos salvaremos. No solo son palabras. Fueron hechos. Llevó el compromiso con su profesión a lo máximo y salvó vidas jóvenes

Miércoles, 12 de abril 2023, 01:58

Hace unos días libramos la tragedia, aunque hubo varias catástrofes. Unas sabemos quiénes las originaron. Jóvenes tan enajenados como para no ser conscientes de la gravedad de sus violentas acciones. Deberíamos conocer las causas de tal sobrexcitación. Por si fueran nuevas o simplemente reincidencias.

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Uno ... de los lances se saldó con relativamente poca cosa, si tenemos en cuenta que fue provocado por alguien que utiliza el carril contrario de la autopista para desaparecer después de hacer sus fechorías. Esta vez se encontró con policías locales que abnegadamente le siguieron, avisando a los conductores que venían enfrente. Demostraron que, erguidos, controlan la seguridad de todos. No pasó casi nada. En otro lance, la mano se escondió entre la nube de fuego que carbonizó la tierra media y ¡no hubo víctimas! Dice el presidente Barbón que fue un milagro. Yo le creo. Y en esa semana 'horribilis' también se dio otro suceso, que pudo haber sido terrible para más familias que la de Dámaso Guillén, quien, por cierto, como miembro de la Guardia Civil de Tráfico también estuvo presente en el primer lance.

En el que le costó la vida, Dámaso conducía y hacia estanca una burbuja ciclista que se desplazaba sobre el territorio a todo lo que las juveniles piernas daban. En este caso era una prueba en Pravia. Ochenta críos, 'valasverdes'. Una fuga que intentaba montar la escapada y el pelotón que no lo consentía. Y todo ello en una carretera de proporciones ciclistas perfectas: estrecha, curveada, con la naturaleza asombrando un paisaje hecho a medida para la ocasión; con los coches de equipo porfiando por pasar a atender a los que reclamaban su apoyo, entre el ruido de sirenas y cláxones, y voces de los directores; en el vértigo de los que tratan de enlazar y serpentean al rebufo de los coches. Para cualquiera es un caos. Para ellos, afilar al milímetro. Ya sean juveniles o profesionales pueden buscar su límite porque los custodia la Guardia Civil. Ni la Gendarmería francesa, ni los Carabinieri italianos, ni la GNR portuguesa saben hacerlo igual. Está demostrado. Los guardias saben aislar una burbuja ciclista, y asenderarla cuando se desplaza a un ritmo vertiginoso sobre cualquier firme de cualquier carretera. ¡Casi nada en Asturias! Ya sea bajando el Connio con sol, o la Collaona lloviendo, o la Colladilla granizando, y en todo momento reaccionan a los imprevistos. Eso es pericia. Una esmerada mezcla de técnica y valores. Básicamente abnegación. Que para ellos es simplemente cumplir con su deber. Es la Guardia Civil. Era Dámaso Guillén.

Fue consciente de lo que hacía. Recibió el aviso de que un descontrolado quería entrar en la burbuja ciclista y cruzó la moto. Se plantó. Y espero a lo que viniera. No dudó. El otro parece que tampoco. No frenó. El encuentro fue mortal. Lo vieron los chavales, entre los que hubiera entrado de no pararlo Dámaso. Si no hubiera sido por él, me cuesta imaginar cuál sería la noticia en los telediarios del mundo. ¿Cuántas muertes de chicos de 16 años en un país llamado Asturias abrirían los noticiarios del mundo? ¿Cuántos quedarían gravemente heridos? ¿Cuántos no se recuperarían nunca? ¿Qué pasaría con la moral del país? La tragedia sería inmensa, y dejaría un rastro de desolación perdurable. Que no haya sido así se debe a Dámaso Guillén, para mí un servidor del pueblo. La encarnación de la abnegación. Me parece justo decirlo.

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También me parece que Dámaso es un ejemplo para el país. Nos dice que hay que rendir al máximo posible y que así nos salvaremos. No solo son palabras. Fueron hechos. El llevó el compromiso con su profesión a lo máximo y salvó vidas jóvenes. Se puede decir que dolorosamente buscó la excelencia en ella. Esta pequeña sociedad debe reconocer que su valor es su gente, y esta inspirarse en buenos ejemplos, como el de Dámaso Guillén, para decir no a la mediocridad, a la indolencia, a la corrupción. Descansa en paz, compañero.

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