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El domingo pasado entre las pavesas y el olor a chamusquina en las ciudades, y las llamas que arrinconaban aldeas y cortaban carreteras, el director de este periódico escribía en pocas palabras 'El cambio climático no anda con mechero', disintiendo de las del ministro que ... responsabilizaba de la catástrofe al cambio del clima.
Claro que hay talibanes en las aldeas, como en las ciudades. Son responsables; pero hay más. Los de la acción los tiene tipificados la Guardia Civil; los de omisión llenamos un tren, a pesar de que nadie quiere ver su casa ardiendo. La cuestión es si hacemos algo para que no arda la de los demás.
Vi las consecuencias de incendios estremecedores, como los del norte de Portugal en 2010; el de Valledor de 2011; Garajonay, 2012; Caldera de Taburiente, 2016; o el del año pasado de la Sierra de la Culebra. Unas cuantas circunstancias se aliaron para prender la mecha que hizo estallar la carga inflamable que acumulaban y que los convirtió en los incendios del año en la península. Y hubo muertes. Los sobrevivientes aún lo recuerdan con angustia.
En Asturias para 'acobardar al monte' se viene utilizando el fuego desde hace milenios, pues las llamas hacen el trabajo más rápido y se dobla menos el espinazo que con la 'foiz'. Pero eso se hacía en un ambiente autoregulado, como era el de las parroquias campesinas cuando el sistema agrario tradicional estaba en plena producción. Si se te escapaba el fuego recibías un aviso, y a la segunda la deportación, pues entonces no había 112, y era la comunidad la que tenía que apagarlo. Y juzgarlo, a su manera, 'ente la esquisa'. La carba, esa formación arbustiva y dura que cierra los caminos, era preferible que 'la acobardasen' las cabras, los borricos y las caballerías, e incluso las vacas 'dondas', que al no estar preñadas, andaban entre los 'gorbicios' para ahorrar pasto, pación y heno. Aquí la cosa se ajustaba al milímetro.
Ese sistema agrario tradicional sobre-energético, que no podía permitirse los grandes incendios, llega en Asturias hasta la década de 1980, cuando se dispara la degradación. Con ella vinieron la soledad, las subvenciones y las clasificaciones de espacios, que por ser 'naturales' había que recuperar de la mano del hombre. Ingente tarea, pues el 'homo asturianensis' había ocupado hasta los minúsculos 'huertos' de las paredes calizas por encima de los 2.000 metros. Desde ahí la línea clasificatoria fue bajando y con ella los seres sintientes, que dejan de ser salvajes para socializar en el centro de Avilés (jabalíes), osos en Tebongo y lobas en Porrúa. En justa correspondencia los funcionarios públicos deberíamos volver a las alturas. Habrá que equilibrar.
Y habrá que ordenar con una visión holística para que el vacío no se llene espontáneamente con una perspectiva única y homogenizadora. Es el desafío permanente del desarrollo. Hoy, a mi juicio, toca conseguir la ocupación dinámica del territorio.
Los sistemas se auto-regulan para alcanzar un punto de equilibrio y mantener su productividad. Si el sistema se degrada y no tiene su clara su función general, se desestructura, desaparecen prácticas, y paisanos pertinentes, y las escasas que surgen se controlan por normas implantadas burocráticamente y de alto coste presupuestario. El vacío se ocupa de distintas maneras, a veces antagónicas, y el resultado es el aumento de la fragilidad territorial inherente a la montaña, siempre empeñada en luchar contra la acción de la gravedad y controlar el ciclo solar y el agua. Es decir, la montaña es una reserva energética del sistema geográfico general. Hay que cuidarla para cuidarnos. Y si esto es así en todas partes, ¿qué ocurrirá en un país donde todo él es montaña? Donde no hay llano al que surtir. Solo el mar .
Pues que este país tan singular necesita un modelo propio de ordenación y, por tanto, de gobernanza territorial de la montaña. No puede consumir recetas de California, y dejar que los grandes bosques se purifiquen por el fuego, ni que las especies pirófitas asciendan hasta las laderas cimeras del minúsculo y biodiverso país. Que necesita gestión forestal dentro del nuevo algoritmo que mezcle su geografía, su historia y una visión de futuro.
Restituir el espíritu comunitario, el sentido positivo de pertenencia, el valor de la propiedad privada y colectiva, una función pública que acompañe a los cuantos pocos, y los conserve, haciendo hacer desde el terreno, desde las múltiples alitas de esta libélula curiosa que es Asturias, cada una representada por un poder local que se concreta tanto en las entidades parroquiales como en las comarcas, gravitando sobre el eje del ayuntamiento, que precisamente para combatir el fuego no parece ser la escala más eficaz .
Cuyo mapa de distribución da indicios de otras causas además de las imputables del inicio. Los brotes aparecieron en las comarcas del occidente y del oriente de media altura. En el territorio del eucalipto, que llena las parcelas vacías al reclamo del papel. Además de descontrolados talibanes, hay interés en vender, codicia por ocupar, e indolencia al no planificar con detalle y conciliar los intereses particulares con el general.
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