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En 'La vida de Brian', uno de los personajes le decía al Jesucristo fake: «yo digo que eres el Mesías. Y de eso entiendo porque he seguido a varios». En estas fechas se supone que vendrá el de verdad, y aunque yo sea agnóstico, deseo ... fervientemente que aparezca alguno, aunque solo sea por un tiempo limitado. Seguramente, eso es lo que significa para muchos la Navidad, un tiempo de tregua, un intervalo de descanso, un poco de buena voluntad. Por estas fechas regalaremos libros a quienes no leen ni las solapas. Nos abrazaremos con ese cuñado cabrón, e incluso nos beberemos la botella de Codorniú que abre como si fuera un Grand Cru. Olvidaremos que la vida, durante un tiempo demasiado largo, ha sido una calavera de Valdés Leal. Nos agarraremos unas tajadas importantes en las cenas de empresa. Compraremos uno de esos jerseys con renos que se venden en los chinos, y árboles de plástico con bolitas chillonas y un montón de luces, a ver si nos ponemos a la altura del alcalde de Vigo. Las tarjetas de crédito echarán humo. Bailaremos el 'Rasputín' de los Boney M., e intentaremos mover el dinguilindón. Y qué bien.
Volveremos a casa por Navidad, y nuestra mamá nos pelará las gambas, como cuando éramos pequeños. También nos contará las mismas historias, siempre repetidas, una y otra vez: un cuento que ellas necesitan recordarse, y nosotros, que nos recuerden. Yo siempre leo un poco la Biblia, la carta a los Gálatas, por ejemplo: «Quien sembrare en su carne, de la carne cosechará corrupción; pero quien siembre en el espíritu, del espíritu cosechará la vida eterna». Siempre hay que leer la Biblia. Y más quienes somos agnósticos. También tomaré unos vinos con mis colegas de quinta, y comprobaré lo que han envejecido, y ellos lo que he envejecido yo (nadie lo va a reconocer). Hará frío, y pasearemos entre los mercadillos, y nos asombraremos de seguir vivos. También tendremos demoledores ataques de nostalgia, pero en la Eneida ya nos dicen que «hay lágrimas en la naturaleza de las cosas».
Es importante que los críos lo pasen bien, igual que en el cumpleaños de la hija de Tom Mix, que entró a caballo en su mansión de Beverly Hills, vestido de vaquero, y apagaba a tiros las luces de la araña del salón, para aplauso y fascinación de los niños. Bueno, igual no tan radical, pero que se rían y que tiemblen de emoción ante los regalos y la avalancha de ilusiones. En la tele nos repondrán el 'Grinch', '¡Qué bello es vivir!', 'Love actually', 'Los amigos de Peter', 'La gran familia', 'Los Gremlins'… Nos olvidaremos del bisnes y practicaremos el evergetismo. Andaremos por casa en bata de boatiné. Fliparemos con la cantidad de turrones diferentes que hay cada año, nosotros, que crecimos con el duro y el blando. Nos regalarán billetes de Loteria, a ver si la Fortuna nos sonríe (yo siempre los pongo al lado de un San Pancracio y una calavera mexica: las velas a todos los dioses, ya lo aconsejaban los romanos). Hablando de romanos y la Fortuna, recordar las tristes navidades del gran Ovidio, desterrado a la orilla del Ponto por haber hecho alguna obscenidad con la nieta de Augusto: «La voluble Fortuna va de acá para allá con pasos indecisos y no permanece segura y estable en ningún lugar, sino que unas veces anuncia cosas alegres y otras asume un semblante terrible y sólo es constante en su propia inestabilidad».
Llegaran los robots, las terapias con drogas y alucinógenos, formas nuevas de percepción sensorial, la intervención en el genoma, los géneros más fluidos que nunca, las inmersiones virtuales… Aunque espero que siempre haya que decorar el árbol, poner regalos y carbón, esperar a los Reyes Magos o Papá Noel. Y las abuelas no perdonarán la misa del Gallo. Cantaremos en bucle All I want for Christmas is you, de Maria Carey, y el inmarcesible Last Christmas, I gave you my heart… Un colega que solía esquiar en estaciones austríacas me comentó que nunca había visto gente guapa, riéndose y tomando champán, que eso solo pasa en el vídeo de Wham! Pues vaya: vivir es que te vayan rompiendo los mitos. Si hay suerte, nos podremos tirar unas cuantas bolas de nieve, y hay parejas que todavía buscan muérdagos bajo los que se besarse. Haremos listas de cosas para cumplir el año viene, y la mayoría, como siempre, no se cumplirán. Nuestra mamá volverá a decirnos (antes del fiestón de nochevieja) aquello de «anda hijo, sal y no bebas, no juegues, no te drogues, y no vayas con mujeres malas. Ah, y diviértete mucho». Leeremos esos tochos para los que no hay tiempo el resto del año, como Billy Wilder, que decía que había leído 'Guerra y Paz' mientras esperaba que Marilyn llegara a los rodajes.
Sé que no, ya no es fácil dejarse llevar por la ilusión, pero tenemos que enfrentarnos al nihilismo. Las cosas pueden ser mejores, y hay que luchar por ello, siquiera con un mínimo de esperanza. Nos tiene que preocupar dejar en este mundo algo más de lo que había cuando llegamos, algo bueno, una bandera bajo la que puedan marchar los que vienen detrás. Si fuéramos Julio Iglesias, podríamos decir aquello de «tuve que elegir entre el psiquiatra o las Bahamas», pero nosotros debemos continuar pegados al suelo, combatiendo en un lodazal del Somme, entre majaderos, vesánicos y mamarrachos, así que nos toca más aquello de Santa Teresa: «cuando perdiz, perdiz; cuando sardina, sardina». Cuanto antes se asuma, mejor. Y eso era lo que quería decirles hoy: Feliz Navidad.
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