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Los poetas recurren a la metáfora para procurar dar empaque estético a sus creaciones. Algunas salen mejor que otras, como todo en este mundo, y lo mismo realzan un texto que lo arruinan. Hace unos días, en Buenos Aires, un político español de cuyo nombre ... no quiero acordarme arriesgó una suposición: que el pueblo español acabaría queriendo colgar por los pies al presidente de nuestro Gobierno. No por otra parte del cuerpo, sino en concreto por los pies, precisión anatómica que sin duda le inspiró la imagen histórica del cadáver de Mussolini colgado en una plaza de Milán, lo que no deja de resultar extraño, dada la sintonía ideológica entre el caudillo italiano de entonces y el aspirante a caudillo español de ahora. Es posible, no sé, que al aspirante a caudillo se le calentase la boca, ya de por sí caliente, por contagio del político argentino -de cuyo nombre tampoco quiero acordarme- que en ese día tomaba posesión como presidente electo, a pesar de tener pinta de haberse fugado por la ventana de un frenopático, tras librarse, como el mago Houdini, de su camisa de fuerza. La inflamación retórica tiene eso: si eres un mesías incendiario y te juntas con otro, te vienes arriba, como en una competición.

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elcomercio La metáfora