GASPAR MEANA

Feijóo se equivoca

El poder judicial es una cuestión de Estado y para impudicias ya tenemos a Sánchez. Feijóo tiene que demostrar que es un bastión del edificio político nacional, porque una cosa es la 'potestas' y otra la 'auctoritas'

Domingo, 13 de noviembre 2022, 21:30

Feijóo se equivoca en su estrategia de no renovar el poder judicial. Esta es una cuestión de Estado, y para impudicias ya tenemos a Sánchez. Feijóo tiene que demostrar que es un bastión del edificio político nacional, porque una cosa es la 'potestas' y otra ... la 'auctoritas'. Ya sabemos que la reforma del delito de sedición es un mero 'pizzo' a los golpistas catalanes, para que puedan volver a armarla cuando toque, da igual que la siguiente vez haya que mandar a la Legión, cabra incluida. Por eso Feijóo debe elevarse sobre la incuria, porque en el barro de los vituperios e improperios, Sánchez tiene ventaja.

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La reforma del delito de sedición seguramente tendrá una mayoría para ser aprobada. Los españoles tomarán nota. Como toman nota de que por mucho que la propaganda sanchista diga lo contrario, dicha reforma no nos iguala con Europa, pues hay países como Francia, Alemania o Italia donde se manejan figuras que llegan a la cadena perpetua. Y más si, como los catalanes, no te arrepientes y te comprometes públicamente a volver a hacerlo. Repito, el ciudadano va haciendo cruces y luego llegarán las elecciones municipales y autonómicas y pasará lo que pasó en Madrid y en Andalucía. No obstante, es de recibo reconocer la eficacia de la propaganda gubernamental, que puede defender vigorosamente que en el Sahara llueve todos los días igual que ahora dispara contra Feijóo con todo tipo de apelativos: que si es un rebelde constitucional, que si es un tipo pastueño, que si Ayuso le tiene comida la tostada, que si patatín que si patatán. El problema es que todo esto, más que funcionar como tinta de calamar, muestra el nerviosismo del calamar. Aparte de que el recurso de utilizar a Ayuso como la bruja del cuento tampoco funciona: quienes vivimos en Madrid sabemos que la izquierda no va a tumbar a la susodicha, solo lo harán sus propios errores, para desesperación de la parroquia ultra.

En un momento de los discursos de Demóstenes contra Filipo, se dice: «La molicie y la indolencia, al igual que en las vidas privadas, en las ciudades no se hace sentir de inmediato en cada ocasión que se produce la negligencia, sino que salen a relucir en la suma total de los acontecimientos». O sea, hay que soltar cuerda, el ahorcamiento es cuestión de tiempo. A Feijóo no le conviene bajar al barro con el marrano, porque este es escurridizo y además le gusta ensuciarse (es una alegoría: a mí me gusta la ironía, la sátira, y en contadas ocasiones, el sarcasmo, pero nunca el insulto: es demasiado fácil). Los ciudadanos estamos cansados de la incuria y el cambalache, necesitamos hombres de Estado frente a los desmanes y concesiones de los que somos testigos a diario. Un centro de gravedad permanente, que cantaba Battiato, mientras dejamos que la gente vaya sumando las mentiras de Sánchez: «Voy a incorporar en el Código Penal un nuevo delito para prohibir de una vez por todas la celebración de referéndums ilegales en Cataluña, como ha ocurrido cuando gobernaba el PP»; «no existe el derecho de autodeterminación»; «me comprometo a traer al fugado Carles Puigdemont para que sea puesto a disposición de la Justicia española». Luego se indultó a los golpistas, se desentendió de Puigdemont, va a rebajar el delito de sedición para dejar expedito el regreso a las instituciones de Oriol Junqueras y el resto de tarugos, y se pone la palabra 'referéndum' en la mesa de diálogo bilateral España-Cataluña. Por sus obras les conoceréis...

Y volvemos a Feijóo (aún no tengo mote, pero es cuestión de tiempo, no se preocupen: los políticos nunca me defraudan). Lo que tiene que hacer es no empeñarse en torear en plazas abiertas y sin enfermería, y centrarse en la economía y en las propuestas sociales. Los datos son descorazonadores, la recesión está a la vuelta de la esquina, la confianza se desploma, las subidas de los tipos de interés ya están empezando a mellar lo que quedaba de los escudos familiares. Contra todo esto, la espléndida manipulación del relato por parte del Gobierno no tiene nada que hacer. Feijóo debe dejar que el Niño Rey Sánchez se las vea con las autoridades europeas cuando siga por el camino que han marcado los polacos o lo húngaros. El líder popular no tiene que salir disfrazado de moderno en la portada de 'Esquire', cuando es un individuo clásico, moderado, acostumbrado a la negociación y al consenso. Cuando llegue su hora, podrá sacar el mandoble y despejar el horizonte de morrallas como la memoria 'conveniente', asaltos varios al Estado, leyes inconstitucionales, desvaríos educativos, etc. La mayoría cualificada de los jueces para elegir a sus colegas también está ahí como una opción sensata. Y, sobre todo, debe detener este tiovivo de extremismos, abrir la mano, volver a barajar, sentarse con la izquierda moderada, levantar de nuevo el edificio institucional (aquí ya sé que suenan ecos de Disney, pero uno no se resigna a ser un cínico).

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Todos conocemos la Historia. Todos sabemos que el personal canta primero la Trágala y Viva Riego, como pasa a Pitita y Vivan las caenas. El país es así. Pero, de verdad, estamos cansados, necesitamos un 'break'. Al menos, por un tiempo. No importa que esté el PP o el PSOE en el poder. La democracia necesita una cadencia estable. Lo que no necesita es la crispación crónica cuando no se puede pagar la calefacción o se tiene la nevera vacía. Lo que no necesita es el insulto continuo cuando la inflación nos va a comer el alma. Lo que no necesita son trasuntos de Ros, el personaje de Tom Stoppard en 'Rosencrantz y Guildernstern', repitiendo que «la mitad de lo que decía significaba algo distinto y la otra mitad no significaba nada». Estamos cansados, de verdad.

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