Los fantasmas de la Restauración

La vigente Constitución se encamina a los 43 años de vida y requiere ser actualizada propiciando que la corrupción o las inmunidades no desacrediten el Estado social y democrático de Derecho

Domingo, 8 de agosto 2021, 02:40

Puede parecer extraño, hasta exótico, traer a colación la Restauración borbónica, ya en el último cuarto del siglo XIX, en un artículo supuestamente de actualidad y en el contexto asturiano. A riesgo de equivocarme, no lo creo así, dados los paralelismos entre la entronización de ... Alfonso XII y la Transición iniciada a la muerte de Franco y las similitudes formales entre ambos períodos históricos: el trono nuevamente para un Borbón, después de mil vaivenes políticos y dramas diversos; la aprobación de las constituciones más longevas de nuestra historia y la alternancia, pactada o no, entre dos grandes partidos. Todo esto es bien conocido y resulta cansino recordarlo. Pero llevamos ya unos años en los que, por diversos factores y hechos nada edificantes, se cuestiona el último período de nuestra singladura como país y se aboga por cambios, rupturas de formas de gobierno, modelo de estado o, incluso, supervivencia de este ante los ataques independentistas. Y Asturias, como otras comunidades, no es ajena al debate, académico, político y popular, máxime cuando existe en algunas organizaciones y parte de la población un sentimiento de menosprecio o, cuando menos, de agravio comparativo hacia nuestro territorio, cuyos responsables anuncian el próximo inicio de una reforma del Estatuto de Autonomía que, por lo que parece, no sólo va a suponer un debate sobre el patrimonio lingüístico. En suma, ¿hacia dónde vamos? ¿Estamos varados o descarrilados en una estación-término?

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Aprovecho la fecha de hoy porque otro 8 de agosto, en este caso de 1897, era asesinado el cerebro y ejecutor de la Restauración, Antonio Cánovas del Castillo. Él impulsó la Constitución de 30 de junio de 1876, redactada en buena medida por Manuel Alonso Martínez. La estabilidad política que se había echado en falta antes y durante el sexenio progresista previo, se intentó corregir con una alternancia en el Gobierno. Por ello, el malagueño Cánovas favoreció la formación de un Partido Liberal integrado en el sistema, pactando, como es conocido, con el liberal Sagasta el turno político obligatorio, mediante el Pacto del Pardo, de 1885. Debe recordarse, de este período, que, tras establecerse un sufrago restringido en 1878, durante el cuarto Gobierno de Sagasta, se aprobó el sufragio universal. Masculino, evidentemente, porque quedarían cuatro décadas para que votaran las mujeres. La Ley de 26 de junio de 1890 dispuso que «son electores para diputados a Cortes todos los españoles varones, mayores de veinticinco años, que se hallen en el pleno goce de sus derechos civiles y sean vecinos de un municipio en el que cuenten dos años al menos de residencia». Las elecciones se celebraron el 1 de febrero de 1891, como ya tuve ocasión de analizar. Pero, para entonces, Alfonso XII llevaba casi seis años muerto y ocupaba la Regencia, María Cristina de Habsburgo-Lorena, pues Alfonso XIII era menor de edad. Precisamente, en 1891 -año importante en la organización eclesiástica de Asturias- fallecería también, el padre de la Constitución canovista.

Diez años antes del magnicidio del 8 de agosto, Clarín, en su 'Cánovas y su tiempo', se había despachado a gusto contra este, pese a las supuestas advertencias del entorno editorial (Librería de Fernando Fé): «Te expones a que te quiera mal, y cuando pueda te perjudique, un hombre de grandísima influencia». Merece la pena leer esta pequeña obra de Alas, que puede consultarse gratuitamente en la Web, para hacer un juicio justo entre la tarea política y la mordacidad de Alas, que no deja de ensañarse con la vena poética del gobernante.

Lo cierto, dando un salto en el tiempo, es que, el pronunciamiento militar de Primo de Rivera condenó a la vida vegetativa la Constitución de la Restauración, tras 47 años de vigencia, aunque poco tranquila, guerras coloniales incluidas.

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La vigente Constitución se encamina a los 43 años de vida y requiere ser actualizada propiciando que la corrupción o las inmunidades no desacrediten el Estado social y democrático de Derecho. Pero ¿hay interés en consensuar una modificación ejemplar? Hoy los grandes pactos deberían cimentar la igualdad real y un modelo territorial sólido y eficaz. Pero, ante la falta de voluntad política de algunos, no parece que tal cosa vaya a conseguirse, cuando el mirar para otro lado no solventa nada, sino que ensancha los problemas. La falta de diálogo, a su manera, también es un crimen. Aunque no asesine a nadie ni pretenda un golpe de Estado.

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