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Hasta luego Doctor

Hasta luego Doctor

Lunes, 12 de diciembre 2022

Querido Doctor: Permíteme utilizar el cariñoso apelativo que te dedicaba nuestro admirado Francisco Carantoña cuando requería tu presencia y sabiduría en aquella redacción en la que tuve el privilegio de madurar y crecer profesionalmente de vuestra mano. Una redacción donde tu atronadora voz se imponía al sonido machacón de los teletipos y al arranque de la Harris Marinoni al cierre de la edición a horas intempestivas. Una voz de bajo operístico que cuando liberaba la tensión era un huracán sobre una sala en la que se paría el buen periodismo gijonés de aquellos tiempos.

Con tu marcha, Canal, se nos va uno de los grandes referentes de los medios de comunicación en Asturias de los últimos cincuenta años. Un exponente de la antigua escuela a cuyos principios regresamos constantemente quienes ahora transitamos hacia las nuevas formas de hacer llegar la información sin perder la esencia del oficio. Se nos va tu extraordinaria memoria, con tanto contenido como cualquier nube de esas que encontramos en el universo digital, a la que recurríamos cuando la nuestra, siendo colectiva, no tenía suficiente capacidad a la hora de atestiguar. Se nos va el guardián del estilo, el de los números inequívocos, el de los nombres correctos, el de los lugares exactos, el de las palabras apropiadas, sin circunloquios ni falseos. El periodismo construido con rigor porque solo de esa manera se gana la credibilidad en el desempeño del trabajo más maravilloso del mundo. El mismo rigor que empleabas en tus crónicas taurinas, haciendo buena la apreciación de que la narración del arte de cúchares era un campo reservado a los maestros de la linguística y de la metáfora. Un placer para el lector. O el que aplicabas en tus artículos de los lunes, donde escudriñabas las circunstancias de la ciudad desde tu gijonesismo militante. El enriquecedor localismo de un observador avezado de la realidad que le rodea sin llegar a perder la perspectiva de lo global. Por eso, Canal, nos sentimos sumamente orgullosos y agradecidos en este diario decano, al que tanto amaste y podemos dar buena fe de ello.

Ahora que no estás nos dejas ese legado gigante como una montaña, pero también una cordillera entera de recuerdos. Como aquel día de julio de 1987 que me sorprendiste imponente en la escalera del periódico cuando subía con un currículo pequeñín acompañando la solicitud de prácticas. O aquella tarde de mediados de noviembre de 1990 que me llamaste por teléfono para que me incorporara 'ipso facto' a la plantilla de EL COMERCIO tras un breve encuentro en el Café Dindurra con nuestro querido exdirector. Me llega a la memoria el Canal viajero, del que pude disfrutar más de una vez, como la gira relámpago que hicimos con José Carlos Caicoya a los Arribes del Duero para conocer la presa más alta de España y, una vez allí, en lugar de volver, se te ocurrió atravesar la frontera portuguesa para ver un partido de la UEFA en Oporto. De regreso, ya de madrugada, pasamos por la rotativa a recoger calentito el periódico, pues tras un día entero haciendo kilómetros teníamos hambre de información.

Canal, en mi mente siempre estará grabada aquella mañana en Santa Eulalia de Cabranes, durante la fiesta del arroz con leche, cuando con la complicidad que he podido hallar en tu persona, sin llegar a desvelar todo el secreto, me dejaste caer el que iba a ser mi destino meses después en el diario. Gracias doctor. Aunque ahora te vayas físicamente, en el corazón de EL COMERCIO y en el mío propio siempre estará presente tu manera de entender este oficio para ser compartido con el resto de compañeros y las generaciones venideras.

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