Al amable lector de esta columna ya se lo habíamos anticipado: lo que va mal, puede ir aún peor. Es lo que le está sucediendo al PP gijonés con su exportavoz municipal, Alberto López-Asenjo. Hace dos semanas los populares decidieron destituirle, manteniendo a modo ... de compensación ciertas prebendas: ser consejero de la sociedad Gijón al Norte, participar en las comisiones municipales y una liberación salarial. En principio, pensaron que esto sería más que suficiente para terminar el mandato de forma tranquila. Craso error. En política, quien enseña los dientes siempre acaba mordiendo. Le ha bastado una excusa cualquiera -la postura sobre el nuevo convenio del plan de vías y una defensa de su honor, afirma- para dejar el partido y pasar a ser «no adscrito». En otras palabras, el grupo municipal se ha roto y está compuesto por solo dos ediles. Como digo, algo que era previsible dado que López-Asenjo jamás se integró en la estructura local. Dicho de otra manera: fue por libre. Consecuencia lógica de una candidatura impuesta con el dedo índice desde Madrid. En mayo de 2019 este turista espacial llegó con su nave procedente del sur y empezó a flotar. Por el Ayuntamiento, por su propia formación y, sobre todo, por un Gijón que nunca entendió su designación. Dice que continuará como «como concejal raso» por «respeto a los gijoneses». La verdad, si es por nosotros...

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Ahora, claro, la cosa se complica. Mientras el resto de los partidos están comenzando a mover la maquinaria electoral, el PP de Gijón va a sufrir durante lo que queda de mandato. Es decir, ver cómo en los Plenos su exportavoz vota lo que le da la gana. Quizá incluso con posturas contrarias o llevando ante los tribunales al presidente local de la formación, Pablo González. En resumen, ser noticia por lo que nadie quiere.

El problema para sus sufridos votantes y simpatizantes es que llueve sobre mojado. Los populares llevan siendo una fábrica de líos desde la época de Pilar Fernández Pardo. O sea, desde aquellos doce concejales en mayo de 2007 que representaron su techo electoral. A partir de ahí, vino la abrupta destitución de Fernández Pardo, congresos anulados y un sinfín más de problemas hasta llegar a la situación actual de agotamiento. Esto es, de que el proyecto necesita una renovación profunda para volver a ganar la confianza de los gijoneses. Desde luego, no lo tienen nada fácil.

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