Secciones
Servicios
Destacamos
Descubrí que existían comidas exóticas en la infancia, cuando era monaguillo. Al escuchar un paisaje evangélico sobre el Bautista me quedé pensando en que «llevaba Juan un vestido de pelos de camello, y un cinturón de cuero ceñía sus lomos, y se alimentaba de langostas ... y miel silvestre» (Marcos, 1,6). Para mi asombro, pronto me ratificaron que no se trataba de ninguna preparación del crustáceo marino –lo que no sería propio de aquella situación de mortificación en el desierto– sino de que las langostas eran los insectos que podía conseguir San Juan dadas las circunstancias. Con toda probabilidad se trataría de la langosta peregrina (Schistocerca cerca gregaria), una de las muchas especies que abundaban entonces por allí, aunque realmente es imposible saber qué tipo de ortóptero mereció la cita tan conocida, y que desató mi curiosidad por las comidas extrañas. Lo más parecido que luego me encontré por la vida fueron unos saltamontes que preparan en Colombia tostándolos durante diez minutos en horno fuerte, para aderezarlos con ajo, zumo de limón y sal. Así preparan una especie de taco, que comparte poco más que el nombre con el original mexicano, poniéndole además aguacate en pasta sobre los insectos.
Siempre que pienso en comidas exóticas recuerdo a un amigo apasionado por recorrer mundo (de hecho le gusta ser llamado 'trotamundos'), que ante una fuente de percebes me aseguró que le resultaban uno de los alimentos más extraños. En aquella conversación me confesó que las termitas con chocolate le habían sorprendido positivamente, y resumía la experiencia gastronómica africana calificando que estaban 'crunchy'. De ahí puede resultar una reflexión: lo que es exótico aquí no lo es en otro lugar. Convengamos en que exótico es algo fuera de lo común, lo extraño o lo chocante. A este respecto recuerdo también una anécdota de cómo unos amigos turolenses trataban de convencer a su hija de ocho años para que probase uno bígaros en Casa Ataulfo, dándole como argumento que no dejaban de ser caracoles. Excuso decir que el resto de comensales aquel día hubieran necesitado del argumento inverso para animarse a tomar los gasterópodos terrestres.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Nuestra selección
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.