El pasado lunes tuve la fortuna de asistir, en la Junta General del Principado, a un acto coorganizado por el Área de Derecho Constitucional de la Universidad, en el que, al hilo del cuadragésimo aniversario del Estatuto de autonomía, intervinieron los antiguos presidentes regionales Pedro ... de Silva, Antonio Trevín y Juan Luis Rodríguez-Vigil, además del actual titular, Adrián Barbón, y del anfitrión, Marcelino Marcos.
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De todas las intervenciones aprendí, recordé o reflexioné, lo que no es poco, y el plural auditorio parecía presagiar una representación institucional alejada de la bronca social que, por desgracia, abunda en otros territorios.
En el reparto de papeles, para evitar reiteraciones, quiero quedarme hoy con algunas reflexiones del señor Rodríguez-Vigil porque, a propósito de una incursión en el régimen local asturiano, tocó cuestiones tan importantes como el mapa municipal, la despoblación, el mundo rural y la comarcalización.
Confieso que coincido con él en la diagnosis, aunque sea escéptico con uno de los tratamientos recetados. Es una evidencia que nuestro mapa municipal, como ocurre en otras comunidades, es muy dispar y los recursos de los grandes concejos se traducen en mejores servicios y una gestión más técnica, lo que beneficia a sus vecinos, pese a que, teóricamente, todos seamos iguales en derechos y deberes. Esas carencias y divergencias, resaltó don Juan Luis, se dan con más intensidad en comunidades uniprovinciales donde no existe la organización intermedia de las diputaciones, sino uno o varios órganos autonómicos, no siempre del máximo nivel. El papel de los órganos provinciales lo reforzó la Ley 27/2013, de 27 diciembre, de racionalización y sostenibilidad de la Administración Local, para auxiliar, incluso eligiendo fórmulas prestacionales, a los pequeños y no tan pequeños municipios, pues la ley se refiere, incluso, a entidades de hasta 20.000 empadronados.
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Rodríguez-Vigil, aun asumiendo la inviabilidad inminente de algunos municipios casi desertizados, envejecidos y con un amplio término -montes incluidos- a gestionar, asumió la dificultad jurídica y sentimental de su desaparición por fusión; refutó, vistas las experiencias, la vía asociativa de las mancomunidades e invitó a estudiar fórmulas, como alguna ensayada en Francia, de acuerdos intermunicipales sin personificación «ni un funcionario más», apostilló.
Diversamente, lo que podría parecer contradictorio, sugirió rescatar la figura de las comarcas que, de facto o a nivel sectorial, ya existen en campos como las áreas sanitarias o los partidos judiciales, por poner sólo dos ejemplos. Y ahí es donde merece la pena detenerse un momento. Nuestro Estatuto de autonomía afirmó en su artículo 6, que «Asturias se organiza territorialmente en municipios, que recibirán la denominación tradicional de Concejos, y en Comarcas». Y como ya he escrito mil veces, lo hace en presente de indicativo, cuando en 1981 no existía una sola comarca, aunque ya había los mismos 78 concejos de hoy. La influencia del Estatuto catalán, quizá fue una rémora. Con la mejor intención y para darle vida a esa afirmación falsa, se aprobó la Ley 3/1986, de 15 de mayo, de procedimiento de creación de comarcas en el Principado. Como también recordaba el anterior mandatario asturiano, tras más de 35 años, no se ha instituido una sola y, aún menos, se ha intentado una comarcalización general, como en Aragón, que ya aprobó su mapa en 1993. No sé, a decir verdad, si la comarcalización ayudaría a salvar esta Asturias vaciada o si el fijar capitalidades comarcales invitaría a otro éxodo rural.
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Nuestro Estatuto también afirma que «se reconocerá personalidad jurídica a la parroquia rural como forma tradicional de convivencia y asentamiento de la población asturiana». Y así se hizo por ley asturiana, también en 1986, aunque la citada Ley estatal de diciembre de 2013 desvirtuó esta peculiaridad y las sentencias del Tribunal Constitucional 41/2016, de 3 de marzo y 168/2016, de 6 de octubre, fueron la bofetada definitiva a la organización antiquísima de Asturias. Me figuro si algo similar se hubiera hecho en ciertas comunidades que están en la mente de todos…
Pero, ciertamente, el mantenimiento de la Asturias rural y sus recursos naturales no es tarea fácil. Y pensando, en tono derrotista, en la reforma estatutaria, con unas alas regionales despobladas, ¿qué debate cabe en torno al patrimonio lingüístico o las circunscripciones electorales? Y es que no hay varitas mágicas. Se necesita capital humano. Como he dicho, Aragón se comarcalizó a partir de 1993 y 'Teruel existe' se creó seis años más tarde, y veinte después logró acceder al Congreso de Diputados. Es indicativo.
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