Tal vez no reconoceríamos a nuestra clase dirigente si actuara de otra forma. Solo a los bienaventurados ingenuos o los optimistas patológicos puede sorprenderles a estas alturas que los fondos europeos se hayan convertido en asunto de acusaciones partidistas y disputas regionales. Cuando apenas hemos ... visto un euro del pastizal prometido por Bruselas. Isabel Díaz Ayuso -¿quién si no?- incluso ha marcado el paso con un recurso ante el Tribunal Supremo contra un decreto del Ministerio de Trabajo que, todo sea dicho, despierta mucho más que sospechas de parcialidad al otorgar nueve millones de euros para proyectos en cuatro autonomías, ninguna de ellas del PP. Justificada o no, a la llamada al arma de la presidenta de la Comunidad de Madrid han acudido los barones regionales y los ayuntamientos populares.
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La guerra de los fondos ha comenzado por apenas unas migajas de los 140.000 millones de los fondos comunitarios para la recuperación que España espera recibir en los próximos años. La ejecución del maná europeo huele a chamusquina electoral desde hace tiempo. El Gobierno, además de complacerse en el logro del acuerdo, se ha esforzado poco en explicar lo mucho que pretende hacer con ellos. En realidad, ha dicho que lo va a hacer todo gracias al éxito de su gestión en Bruselas, que es lo mismo que no contar nada. Las autonomías, que deberán gestionar presupuestos de una dimensión y en unos plazos a los que no están acostumbradas, tampoco han hecho demasiado por estar preparadas. Los ayuntamientos, sobre todo los más pequeños, empiezan a estar preocupados por el retraso de las convocatorias y su falta de medios para gestionarlas. Y las empresas, que son el canal para los verdaderos planes de futuro y subvenciones más cuantiosas, empiezan a inquietarse por las demoras de unas ayudas con las que algunos sectores ya contaban para el año pasado.
En una Europa cuestionada, que en los últimos tiempos ha sido cada vez más Alemania y que ahora busca sus nuevos equilibrios de poder tras el 'Brexit', España siempre ha sido vista más como uno de los pedigüeños a los que satisfacer que un socio al que consultar. Los fondos europeos no solo suponen la oportunidad de subirse al tren de la economía comunitaria del futuro, la que exige una geopolítica acelerada por la pandemia. También ofrecen la ocasión de redefinir el papel de nuestro país en una Europa que será otra, no se sabe siquiera si mejor o peor, pero por fuerza distinta. De momento, parece que nuestra oferta es la de participar como una federación de estados de partido.
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