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Basta abrir la información que llega de Méjico, más de cien asesinatos/día, para entender en qué consiste un estado fallido. O la de Haití, país en donde el expolicía Jimmy 'Barbacue' Chericher, jefe de la narcobanda G-9, planea dar un golpe de estado, ... que es lo mismo que intentarán hacer en Méjico los cabecillas del narcotráfico, capaces de ocupar ciudades con ejércitos privados para competir con el estado instituido. Y si abrimos el abanico de calamidades que asolan a algunos países, y omitiendo a los invivibles africanos dejados de la mano de dios, tenemos los ejemplos de Honduras, Ecuador, Guatemala, Afganistán e infinitos más.
Y es que a menudo, el homo políticus, acomodaticio e irresoluto, agudiza los males que acosan a sus paisanos aun sin pretenderlo. Se queja de la muerte de jóvenes por cornada de toro, pero autoriza y financia los 'bous al carrer'. Planta arbolados al buen tuntún, pero le duele que se quemen los bosques. Permite en su territorio la instalación de iglesias y religiones criminales que predican la muerte al infiel, y luego se queja del terrorismo religioso. Y lo que es más gordo, permite drogas duras como el cancerígeno tabaco, o el alcohol que desinhibe y descontrola a sus adictos, pero persigue con cárcel el tráfico de otras drogas que facilitan a los narcos un poder económico tan grande que hay estados en vilo por la coerción de los Barbacues de turno.
¿Se imaginan lo que ocurriría si se levantara esa prohibición? Pues sucedería lo mismo que ocurrió con la Ley Seca que en Estados Unidos, en 1920, prohibió el tráfico y consumo de alcohol. Mientras tal ley estuvo vigente, mafias y gánsteres como Al Capone hicieron su agosto, al tiempo que el estado dedicaba costosos e inútiles esfuerzos policiales a combatir una plaga que el mismo había posibilitado. Tal memez finalizó al abolir la tonta Ley Seca en 1933, lo que forzó a los malos a dedicarse a mercados negros más beneficiosos que el de traficar con güisqui. La actual ilegalización de las drogas solo consigue llenar las cárceles estatales con costosos inquilinos, forrar el bolsillo de los traficantes más avezados, y detraer y distraer el esfuerzo policial de tareas más útiles y relevantes para el país, y que no consisten en perseguir lanchas por el estrecho, o en salvarle el culo a cualquier imbécil que sabe a lo que se expone si esnifa una línea de coca, se fuma un porrito o se chuta heroína. Igualico, igualico que sucede al fumador legal, pero futuro canceroso, que cada vez que prende un pitillo sabe bien a qué se enfrenta porque lo pone en la cajetilla. O a ese beodo que con el coche hace virajes suicidas, presionado por el legal vino. La droga es mala, sí, pero su ilegalización la empeora. Si se legalizase, incluso algún estado de esos que hoy andan ya casi fallidos por su culpa, respiraría.
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