El espionaje, que siempre ha sido propio de las guerras, en Cataluña ha descendido hasta los colegios y universidades. Los niños y adultos son vigilados por agentes infiltrados del secesionismo radical y si en algún momento hablan español, se la han cargado. ¿Se puede caer ... más bajo en el fanatismo nacionalista? Parece difícil.
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Que en un país democrático, protegido por el derecho a las libertades, los niños no puedan hablar como quieran mientras juegan es un hecho que refleja muy bien la calaña de algunos fundamentalistas, tanto da que se trate de talibanes afganos como de independentistas catalanes. A estas alturas es inconcebible que esto ocurra en Europa.
Es triste reconocerlo. Está bien que desde el poder autonómico se protejan las lenguas vernáculas y que quienes así lo prefieran les otorguen carácter prioritario en sus relaciones familiares, personales y profesionales. Pero llevarlo a castigar a los niños, choca con la inteligencia y el respeto a la infancia. Como choca a cualquier cristiano que un cura se negase a oficiar un funeral delante del propio féretro.
Lo primero que uno se pregunta es qué sentido tiene sospechar y reprimir a los que se expresan como quieren. En España, Cataluña incluida, se pueden aprender idiomas extranjeros, cualquiera, ninguno está vetado, excepto el español para algunos . Ser multilingüe es fundamental para moverse por el mundo y cada vez lo será más.
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Entre los idiomas universales que más se estudian en otros países está el español, después del inglés. Son muchos millones los que lo hablan y muchos también los que quieren aprenderlo. No es admisible que unos descerebrados con poder e influencia persigan a quienes quieren hablar la misma lengua que los mejicanos, los cubanos, los ecuatoguineanos o el treinta por ciento de los norteamericanos.
Sorprende que tratándose de personas inteligentes, de padres de familia que quieren lo mejor para el futuro de sus hijos, renuncien a la oportunidad de que, sin especial esfuerzo, se manejen correctamente en español. Dentro de algún tiempo, cuando sean mayores y conscientes de la oportunidad que les fue vetada, muchos lamentarán la ceguera de sus progenitores.
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También resulta incluso más inconcebible que la servidumbre a una irracionalidad de esta naturaleza llegue a las universidades. Imagino que en algún lugar como Corea del Norte o Bielorrusia pueda ocurrir algo parecido, pero en Europa no se explica. Doscientos profesores con las ideas claras han protestado estos días sobre esta situación.
El catalán es una lengua importante, con mucha cultura y literatura detrás. Pero también es importante que los niños puedan jugar tranquilos, sin miedo ni desconfianza en sus propios compañeros.
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