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Según un viejo dicho, solo hay dos formas de poner fin a una carrera política: unos terminan en el momento oportuno y otros terminan entre lágrimas. El final del mandato de la primera ministra de Escocia, Nicola Sturgeon, ha tenido ambos elementos. Hace unos días, ... y para sorpresa de casi todos, Sturgeon anunció su intención de dimitir como jefe de la Administración nacionalista (SNP) en Edimburgo. Hubo algunas lágrimas, pero Sturgeon dijo que estaba convencida de que dejar su puesto era lo correcto tanto para ella como para Escocia. Como otra presidenta joven, Jacinda Ardern en Nueva Zelanda, Sturgeon ha decidido marcharse por voluntad propia y por la puerta grande.
Sturgeon ha sido la personalidad dominante en la política escocesa durante casi una década. Una abogada carismática. Incluso sus opositores han admirado su capacidad para captar los detalles menores del día a día del Gobierno y comunicar las políticas en un lenguaje claro y coherente. Según las últimas encuestas, una amplia mayoría de los escoceses –alrededor del 60%– opina que su influencia en la vida pública ha sido muy positiva y las urnas hablan por sí solas. Como líder de su formación, ha hecho campaña en cinco elecciones –tres generales y dos para el Parlamento escocés– y ha ganado con mayorías aplastantes en cada una de ellas.
La última victoria electoral fueron las municipales del año pasado lo que plantea dos interrogantes. ¿Por qué Sturgeon ha decidido irse ahora? ¿Y cuál es el futuro de la política escocesa sin ella? La respuesta a la primera es más clara que a la segunda. En los últimos meses Sturgeon ha sacado adelante una ley trans que, al igual que en España, ha levantado una polémica tremenda. Al final, la medida fue suspendida por el Gobierno 'tory' en Londres, una decisión que reflejó mejor las opiniones de la mayoría de los escoceses que la Administración de Sturgeon en Edimburgo. Para muchos, fue una señal clara de que el hasta ahora impecable olfato político de Sturgeon ya está fracasando. Mientras tanto, la Policía investiga al marido de Sturgeon, un alto cargo de la SNP, por una posible financiación fraudulenta del partido. Como confiesa la propia Sturgeon, ella misma se ha convertido en una figura altamente divisiva cuando lo que más necesita Escocia es un gobierno unido y dispuesto a ganar en referéndum su independencia del resto del Reino Unido.
Y así, la cuestión más apremiante para el próximo líder del partido nacionalista, con su mayoría absoluta en Edimburgo, es cuándo convocar otro plebiscito. El último referéndum en Escocia tuvo lugar en el año 2014 y el resultado fue un no muy claro a la separación del resto del Reino Unido. En ese momento, los dirigentes del SNP insistieron en que la votación sería la única oportunidad para 'una generación'.
Sin embargo, muchos nacionalistas ya reclaman que el resultado del referéndum sobre el 'brexit' de 2016 lo ha cambiado todo. Una amplia mayoría de los escoceses votó a favor de permanecer en la Unión Europea (UE), pero se vieron obligados a salir porque la mayoría de los votantes ingleses estaban a favor del 'brexit'. Los nacionalistas insisten en que su independencia de Inglaterra es el primer paso necesario para volver a unirse con el resto de países de la UE.
Sin embargo, convocar otro referéndum requiere el visto bueno de los dos parlamentos de Edimburgo y de Westminster y no hay acuerdo a la vista. El primer ministro 'tory' Rishi Sunak y el líder del principal partido de la oposición, el laborista Keir Starmer, están unidos en su oposición a un segundo referéndum. Algunos nacionalistas en Escocia han promovido la idea de un 'voto consultivo' pero a otros les tiembla la mano. Han estudiado el fiasco en Cataluña en 2017 con los ojos muy abiertos y no quieren seguir el mismo camino inconstitucional que condujo a tanto caos y división social.
En su discurso de renuncia, Sturgeon insistió en que Escocia obtendrá pronto la independencia. Otros son más dudosos y se preguntan por qué, en este caso, la primera ministra deja el cargo justo en el momento en que podría culminar el proyecto al que ha dedicado su vida política. Todas las encuestas les dan la razón y apuntan a que, de momento, la sociedad escocesa sigue tan dividida como siempre en torno a la cuestión de la independencia.
Pero la demografía podría ser la clave del destino de Escocia. Las mismas encuestas indican que los jóvenes escoceses se muestran cada vez más, y de forma abrumadora, a favor de la independencia. Como la mayoría de los jóvenes en el resto del Reino Unido, se oponen al 'brexit' y quieren reincorporarse a la Unión Europea cuanto antes. Para ellos, Sturgeon será una figura de su historia mientras que Europa es su futuro.
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