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Llevamos muchas semanas en las que los medios hablan, y no paran, de la escasez de productos, ahora, y en el futuro más inmediato. Los expertos, si es que los hay, hablan de causas muy variadas, que van desde la escasez de minerales a la ... aplicación del 'Brexit'. También acusan de la situación a la pandemia e incluso algunos analistas hablan del encallamiento del 'Ever Given', aquel barco gigantesco que en marzo paralizó el transporte en el Canal de Suez.
Algunos de los productos que escasean recuerdan, de manera muy nítida, tiempos pasados en los que, por ejemplo, para comprar un coche había que esperar meses, pero en la medida en la que no llegan al mercado materiales imprescindibles para el funcionamiento de baterías electrónicas, móviles, etc., es el retraso en la entrega de esos productos lo que está generando la mayor preocupación. Preocupación también para quienes en locales de ocio comienzan a comprobar que faltan algunas de las bebidas más apetecibles.
Coinciden los especialistas en que es el tipo de sociedad creado, en que el consumo es máximo, la causa última por la que se ha llegado a esta situación. Casi nadie habla, en cambio, de que hay grandes compañías internacionales que se benefician en esta situación y que, por el contrario, hay millones de personas perjudicadas y lo serán más aún en los próximos meses, cuando tengan que pagar no solo la luz, sino las bombillas y tantos otros productos. La escasez entonces no será la de las materias sino la del dinero para comprarlas y en este terreno, el de la desigualdad, llueve otra vez sobre mojado.
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