Reflexionaba yo hace ya más de un año (16/11/ 2023), en un artículo en el diario EL COMERCIO con el titulo 'Fantasía y Realidad', ... sobre lo que iba a significar la presidencia del Gobierno en manos de Sánchez, tras el final de la X legislatura.
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Se inauguraba un ciclo político con cambios trascendentales en la vida social ,económica y política de la España constitucional tal como la conocíamos. Escribía ya entonces: «...toda la escenografía mediática, declaraciones públicas de destacados personajes de la opinión nacional, apoyos políticos sobre mesa y bajo mesa, asignación de recursos económicos de todo orden y naturaleza, tiene un único fin, desalojar al Gobierno de Rajoy y presentar su soledad política, con el fin de sustituirlo por un frente pro-soberanista y de la extrema izquierda con el liderazgo de Pedro Sánchez…». Y concluía: «...éste vendería las mismísimas esencias del Reino (con Rey incluido en el lote) con tal de ser Presidente del Gobierno». Es cierto que tal consideración se apoyaba en cuasi una certeza –tras analizar su trayectoria parlamentaria y política–matemática. Era un tipo de político que, parafraseando a W. Churchill, no quiere ser útil a la sociedad, sino importante para sus propios intereses de todo orden.
Un mes después, el 19 de diciembre de 2023, en el mismo diario y en otro artículo –'La concordia y el muro'– reflexionaba sobre los cambios que silueteaba ya la dirección de gobierno de este personaje político. Afectan al marco constitucional, a la desaparición de la independencia judicial, a través de la ingeniería y fontanería parlamentaria, a la desaparición paulatina de la separación de poderes, al predominio del Gobierno sobre la Cortes, al debilitamiento de la Jefatura del Estado en su formalidad monárquica, a la mutación del sistema electoral español por la vía del dominio del ámbito empresarial de las nuevas tecnologías. Es decir, una nueva época progresista, con nuevas luces tenues y aparentes de libertad y escudos de protección para toda la sociedad, en un relato de la técnica japonesa de títeres o teatro de papel (Kamishibai).
Yo creo que ya ha llegado y concretado. Es el denominado sanchismo, donde el poder reside en el presidente Sánchez, él lo distribuye a los ciudadanos –por los canales fiscales y de variada subvención– que están a su servicio desde los diferentes sectores de actividad y lo reconducen de retorno a él mismo, que es su Protector, cual moderno dictador clásico romano. En ese marco se entienden medidas ya tomadas, cada vez más agresivas, como la amnistía por el golpe de Estado en Cataluña; las nuevas leyes sociales; los ataques a los representantes sociales de empresarios y autónomos; la colonización económica de todo tipo de instituciones y organismos públicos y sindicatos ; la invasión de los medios de comunicación por cualquier vía o procedimiento legal de nuevo cuño, incluyendo las coercitivas; la intervención domesticadora de empresas estratégicas; la conversión de una sociedad coloreada por la libertad de acción y de pensamiento en una sociedad de individuos grises y silentes, monocordes y de obediencia debida al Gobierno sanchista que subvenciona y paga; el asalto a las agrupaciones de su propio partido, el histórico PSOE, para imbuirlo de sus propias esencias y adiciones muy alejadas de peligrosas corrientes internas críticas, nada enriquecedoras...
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A mí la verdad es que el sanchismo que estamos viviendo me sabe y suena a dictadura dura y pura de raíces iberoamericanas, pero de fácil instalación en una Europa débil y desintegrada por una burocracia bizantina y que se nutre, en el caso de España, de una corrupción económica de corte penal, impulsada y en desarrollo metastásico desde la cúspide más íntima del Gobierno central a la periferia, a través de los minoritarios gobiernos autonómicos prosanchistas, de boca grande o chica, que tienen menos autonomía política y económica que un departamento de cualquier monarquía absoluta del S. XVII.
Pero en este recorrido hasta los exámenes de rendición de cuentas no está solo el PSOE y sus 7 millones de votos. También están los soberanistas, que solo navegan en aguas de sus delirios propios y que se cobran, y bien, los peajes correspondientes. O los comunistas residuales que solo están para recordar y enseñar las fotos de un pasado caduco y amarillento, sus condecoraciones de la lucha callejera o asamblearia, o los nuevos anuncios a la sociedad de un nuevo mundo liderado por un partido comunista de éxito.
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Pero también está el PP, que ganó las últimas elecciones pero… no pudo gobernar. También ganó las elecciones de 2011 ,y por mayoría absoluta, pero... no supo gobernar. Entonces, ¿los 11 o 12 millones de votos qué pueden esperar en los próximos meses hasta la rendición de cuentas?
Seguro que Sánchez agotará la legislatura y llegaremos hasta 2027, pero hasta entonces... ¿El líder del centro derecha y de la derecha posibilista y transversal ,Sr. Núñez Feijóo –con su staff político nacional y autonómico–, qué puede aportar a estos segmentos sociales?
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No parece que ninguna razón de gran Estado o pequeño Estado. Ninguna razón de alta política o baja política, de servicio a España o a Europa o al mundo se deba dar a un presidente adicto al yoismo y no a la decencia ética que tanto predicaba desde los tour políticos de seducción social.
Donde fue el asa hasta ahora que vaya también el caldero. La mayoría social necesita coherencia y consistencia de grandes objetivos de país, apoyo a sus ideales y fe en sus representantes políticos y le sobran tacticismos de gabinete y de laboratorio.
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La oposición política constitucional ahora debiera ser una devota del disenso y no del consenso. Ahora es el tiempo de no. Un no existencial.
El consenso y el sí solo son posibles en el ámbito de una democracia institucional, y no en el propio del sanchismo gobernante. La hora del sí la marcará quien es su dueño natural en tiempo y forma: la sociedad española.
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