![Elogio del ciclismo](https://s1.ppllstatics.com/elcomercio/www/multimedia/202103/12/media/cortadas/elogio-kr0E-U130802259356TkC-1248x770@El%20Comercio.jpg)
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Nuestra cabeza manda en el cuerpo y, así, bajando a tumba abierta ordena presionar ligeramente el pedal exterior y coordinadamente empujar la maneta interior. Al levantarnos sobre el sillín no solamente forzamos el corazón, sino que coordinamos en un movimiento fluido cadera, hombros, cuello y ... tronco. Bailamos grácilmente para conseguir la máxima potencia.
Y todo ello con elegancia y en libertad. Que también significa que puedes ir a donde deseas. Poder y querer dan cuenta de tus capacidades, que un ambiente favorable te permite sacar y ampliar. Hay tantos tipos de ciclistas como personas. Desde Indurain para abajo, todos buscan su límite, que no solo es físico, sino de sensaciones. Producidas por la convivencia y la soledad, la contemplación y la introspección. Al buscar el límite sienten que desarrollan sus potenciales, físicos y mentales, ya sea un juvenil o una señora de 60 años. Superar un puerto de primera es un test de salud . Se acepta el sufrimiento, que no causa estupor sino que educa, mediante la práctica del sentir que, a veces, puede llegar a ser muy intenso y, por eso, memorable.
Dese hace mucho tiempo los ciclistas de pista, los globeros a los que el mal tiempo mete en casa, los profesionales a comienzos de temporada y, en general, los de la pasión ciclista no correspondida, se encerraban a sufrir encima del rodillo, pero siempre pensando en la carretera. Hoy lo virtual se ha instalado en nuestra vidas y los rodillos inteligentes proporcionan una experiencia de competición simulada. No deja de ser un buen entrenamiento, que puede llegar a ser extenuante, pero no sustituye a la experiencia de la carretera. Faltan complementos esenciales. Para empezar 'el play y el stop' los llevas en tu mano. En la carretera no, pues en ella hay muchos factores que no controlas. La incertidumbre es infinitamente superior a la del rodillo en la sala, lo mismo que las reacciones a las emociones que provoca el paisaje y las inclemencias del tiempo, compañeras del riesgo, siempre de cuerpo presente, si bien atenuado por el instinto de supervivencia y la compañía, que siendo agradable es también tu juez.
Así que entrenando en condiciones de fuego real sentimos más y nos educamos mejor. Las clases virtuales seguramente serán necesarias en ciertos momentos, pero no sustituyen al trabajo en la carretera, que no tiene por qué ser el aula, pues las excursiones, los reconocimientos territoriales, el laboratorio, la práctica a pie de obra marcan. Lo que todos estos medios de entrenamiento tienen en común es el trato directo con los demás y con el sujeto de conocimiento, a través del profesor que guía y de los compañeros que fastidian o ayudan. Si la educación fuera un entrenamiento para la vida en sociedad, no se podría hacer de manera plena en un sarcófago, por muy interconectado que estuviera. A los grandes jefes del pasado los enterraban con el ajuar completo. Quizás les sirviera para su estancia en el otro mundo. Para este, por mucho que les pusieran, ya nada les servía.
Si la educación es el entrenamiento de cada uno para contribuir a la buena vida de todos, no es coherente que solo se entrene en solitario. Por el momento falta algo. Tampoco que se abandonen prácticas tradicionales, como las de escribir a mano, leer libros y tratar de convencer y persuadir en vivo. Claro que la imagen de Kindle es la de un adolescente sentado bajo un roble leyendo un libro, suponemos que electrónico, pero no se debería condenar al instruendo a navegar por el mundo solo con referencias electrónicas; conviene que también conozca cómo llevar la posición por la carta manual, por si un día el azar o los dioses lo desconectan.
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