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Hace años estuve en una pequeña isla de Senegal donde no llegaba la electricidad. Para suplir tal carencia, sus habitantes utilizaban desde generadores y baterías, hasta métodos imaginativos como un pozo de agua que producía energía. Tal era el esfuerzo por tener lo que es ... considerado una cuestión esencial e igualarse con la modernidad, que hasta había una artesanal discoteca con luces de colores. Posiblemente el invento de Tesla y otros sea una de la bases de nuestra civilización, hasta Lenin dijo que «el comunismo son los soviets más la electricidad». La misma carencia de electricidad que se producía en la isla senegalesa, se daba en algunas viviendas de la capital, Dakar. Pero mientras en la ínsula la comunidad hacia frente a la cuestión, en la ciudad los que veían la iluminación ante sus ojos, pero la luz no entraba en sus casas, se convertían en excluidos.
Una de las bases del dominio neoliberal es el monopolio de las cuestiones esenciales para la vida, aquello que todos estamos obligados a consumir, y si la alimentación sería lo primero de la lista, la electricidad no estaría muy por debajo. Y para que ese control exista, las élites económicas saben que deben dominar a las élites políticas. Así, las privatizaciones de las empresas eléctricas se produjeron con las dos corporaciones gobernantes del Estado, el llamado bipartidismo: comenzaron con los gobiernos de Felipe González y siguieron con los de Aznar. En el caso del primero, llegó a ser consejero de una de las empresas que privatizó, cobrando uno de esos salarios de escalofrío, puesto que abandonó porque el señorito se aburría en sus pagadísimas reuniones. Todo ello puede ser considerado una forma de corrupción mucho más grave que otras, pero que por ser legal no llevará a sus responsables al banquillo. A su lado, los barcenas, urdangarines y compañía, son aprendices de brujo.
La otra base del neoliberalismo es la especulación; aquí se especula con bienes esenciales y no pasa nada. Las regulaciones públicas de la electricidad permiten casi todo; se paga independientemente del nivel de renta que se tenga y las medidas sociales son escasísimas. Los ciudadanos recibimos unas facturas que se debe estudiar una licenciatura para entenderlas, ejerciendo otra de las formas de dominio del poder tecnocrático: crear una jerga incomprensible para la mayoría. Así tratan de justificar la reciente subida de las tarifas eléctricas, que encima viene acompañada por recomendaciones para gastar menos, como poner la lavadora o planchar por la noche. Vamos, que debemos utilizar la electricidad igual que si fuese el Ramadán. Ya no solo es el dominio, es el escarnio. Terminarán por recomendarnos hacer el amor a media luz o en la oscuridad, que es más sugerente y de paso, ahorramos. Por desgracia no tenemos el espíritu de los habitantes de la isla senegalesa, que se rebelan ante las carencias, que en nuestro caso es la injusticia extrema. Hay razones para que estallen chispas por las calles.
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