Siempre me han gustado los buzones y eso tan en declive ahora que son las cartas en papel: un sobre y dentro algo que comunica o te expone algo. Dado que las cartas personales prácticamente han desaparecido, quedan las institucionales. Y de las instituciones sanitarias ... me llegaba hace poco una carta donde me comunicaban una cita con el servicio de urología, que otro especialista me había solicitado en el mes de diciembre. Sé que la cuestión es lenta, por eso solo me sorprendí un poco cuando vi la fecha: martes 27 de junio. Estamos en invierno y hasta el verano no estrenaría mi primera visita a la urología. Como cualquier usuario de la sanidad pública, estoy acostumbrado a las esperas, por lo cual leí la carta con cierta resignación, hasta que me percaté de otra cosa: martes 27 de junio de 2023. Sí, en febrero del 2022 me citan para junio del año siguiente: primavera-verano-otoño, otra vez invierno, primavera y el verano en que me podré encontrar con el urólogo. El paso del tiempo se desliza por mi mente: puede haber empeorado mi estado de salud para tal servicio o no necesitarlo. O puedo no estar vivo y en tal caso, no necesitarlo. O puedo haber ido a navegar por los Mares del Sur. Puede que en España se haya proclamado la república o algo más sencillo, que el mundo se haya acabado. Puedo haber sido padre y entregar una criatura más a un mundo superpoblado, pero que Asturias necesita en una despoblación creciente. Hasta junio del año que viene pueden haber ocurrido muchas cosas y una simple cita médica pierde perspectiva; la salud es algo que va con nosotros cada día y cada segundo; carpe diem. Perplejo, más que indignado, mando un correo al servicio de coordinación, no protesto, simplemente les digo qye «desearía saber si esa fecha es correcta o se han equivocado». Al día siguiente, muy amablemente, me dicen que la cita ha pasado para el 17 de enero del 2023. Ya no es más de un año, es casi el año; me han ahorrado una primavera y parte del invierno. Me informan de que actualmente son las primeras citas disponibles para el servicio de urología, que puedo ponerme en contacto con ellos cada cierto tiempo por si hay anulaciones y se abren nuevos huecos de consulta y adelantar la cita. Hay que esperar que alguien abandone la fila para dar un paso. También, que puedo poner una reclamación al servicio de atención al paciente. No por casualidad conozco tal servicio.

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No tengo nada en contra de los profesionales y trabajadores de la sanidad pública que, en general, hasta donde yo he podido comprobar, suelen cumplir con su labor. Otra cuestión son sus gestores, en particular sus responsables políticos.

El pasado 8 de febrero un ciudadano tenía una cita, en este caso con el servicio de neurología, solicitada ya desde el verano; no fue, el 26 de enero había fallecido en una habitación de aquel mismo hospital. No pudo plantearse lo que dicen los versos de Miguel Hernández: Esperar. No cansarse de esperar la alegría. / Sonriamos. Doremos la luz de cada día/ en esta alegre y triste vanidad de ser vivos.

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