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DANIEL CASTAÑO
Una educación desvinculada

Una educación desvinculada

Jacobo Blanco

Gijón

Sábado, 15 de octubre 2022, 22:17

Venturosamente, la educación se abre paso en debate público como uno de las claves de bóveda de las políticas públicas. También de nuestro sistema de bienestar, por su impacto en todas las dimensiones humanas: la profesional, la cívica y la privada. Primero, porque una buena ... formación es clave para la inserción profesional. Y para ello, esa formación ha de ser competitiva con la de otras naciones y continentes. Los capitales ya no acuden a invertir donde hay recursos naturales, sino donde hay o se atrae personal capacitado para desempeñar sus funciones de forma competitiva e innovadora; eso que llaman talento. Hablamos de sectores punteros e internacionalizados, siempre se puede competir por salario en sectores maduros. Segundo, porque el empleo explica más de la mitad de la inclusión social. Y una buena formación es capital -y cada vez, en mayor medida- para acceder a buenos trabajos. Por otra parte, disponer de una economía puntera, productiva, con buenos empleos, mejorará la base imponible que dotará de recursos las políticas inclusivas. Tercero, porque una buena educación para todos es una herramienta clave para tratar de corregir la reproducción social y cultural. O, lo que es lo mismo, para mejorar la movilidad social y que la posición que se ocupa en la estructura social de deba al mérito y no al origen familiar. Perfeccionar, en suma, la denostada meritocracia, pilar de las sociedades liberales -igualdad radical en derechos de todas las personas, también en sus oportunidades- de forma que se mejore esa ratio que, en España, se mantiene casi incólume desde hace 40 años: alcanzar un grado universitario es cuatro veces más difícil para un hijo de padres con estudios primarios que para otro de padres universitarios. Y que, aún con el grado bajo el brazo, los primeros alcancen peores trabajos, en promedio, que los segundos. Cuarto, una buena educación debe aspirar a formar buenos ciudadanos, en el sentido republicano clásico: capaces de participar en la vida pública con sentido crítico y, a la vez, constructivo y responsable, defendiendo tanto el interés general como las legítimas aspiraciones particulares. Y, quinto, colaborar con las familias para proporcionar una personalidad cabal, responsable, crítica, curiosa, creativa, conocedora de su entorno, capaz de aprender y adaptarse, de interesarse por las cosas y capaz de tomar decisiones, libre y autónomamente.

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