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Ecologismo duro y ecologismo blando

Las imaginativas campañas de Greenpeace consiguieron que los balleneros pasasen de ser considerados unos héroes capaces de enfrentarse al monstruo, a convertirse en unos villanos asesinos

Carlos Nores

Oviedo

Miércoles, 7 de septiembre 2022, 01:43

En septiembre de 1978 el barco ballenero 'IBSA I', atracado en Corcubión, sufrió un atentado mediante una bomba lapa adosada a su casco. Aunque la tripulación dormía en el barco, no hubo heridos. Un mes antes Greenpeace había comenzado en España su práctica de abortar ... la persecución de las ballenas interponiendo sus lanchas entre los barcos y su presa. Un año más tarde el 'Sea Shepherd', un barco de la organización del mismo nombre, con la proa reforzada con 18 toneladas de cemento, abordó por tres veces al ballenero pirata 'Sierra' en aguas portuguesas. El ballenero sobrevivió a los boquetes, pero no a la bomba que en febrero de 1980 adosaron a su casco. Dos meses después hubo un nuevo atentado. Tres balleneros: 'IBSA I', 'II' y 'III' estaban amarrados en el puerto de Marín cuando a medio día una explosión entre los dos primeros les abrió sendos boquetes. Afortunadamente, no había nadie a bordo, puesto que no estaba previsto que las tripulaciones embarcasen hasta la tarde, para salir a faenar de madrugada. El ileso 'IBSA III' fue retirado al muelle militar cuando, una hora más tarde, una segunda explosión tuvo lugar en el ya hundido 'IBSA II'. Todos los ojos miraron a Greenpeace, que en 48 horas negó cualquier participación en los sucesos, recalcando que esta organización «sólo utiliza procedimientos no violentos en su lucha por salvar a las ballenas», y rectificó la noticia de que Paul Watson, capitán del barco que abordó el 'Sierra', formara parte de su organización, negando cualquier relación con ellos, pero no dejó de interponer sus lanchas neumáticas entre el barco ballenero superviviente y sus presas.

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