Para los estudiantes de Geografía la tierra alta del Duero es un lugar mítico, lo mismo que los Arribes, el Monfragüe extremeño, el Candelario bejarano, las tierras bajas del Guadalquivir o las de Daimiel con Calatrava la Mayor. Como son de casa no mencionaré Picos ... o Ubiña y, como es de todos capital, tampoco Madrid, donde por aprender aprendíamos a distinguir una farola fernandina de una isabelina. Qué lugares y qué momentos. Días de campo conducidos por el maestro Quirós, entrañable y sabio, que marcaron el mirar de jóvenes ojos, sorprendidos y alegres, que así se hicieron conscientes de que no estaban suficientemente preparados. Pero la excursión, preparaba. Era una pieza crítica en la educación, venía de lejos y para hacerla sobraba entusiasmo, y teníamos mapas y un buen guía. Con ellos arrancaba el espectáculo, que no paraba durante días. En los cuales podías vivir cosas sorprendentes, tanto en una lora burgalesa como en una cena. Hoy, para llegar a la excursión hay un largo camino previo entre papeles. Recorrerlo sirve para verificar la diferencia entre la calidad y la excelencia. Una está en los formularios y la otra en el ambiente... Si hacemos caso a Toyota y a su regla de cero papeles, ambas no van juntas.

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La excursión tiene una gran tradición en la Universidad de Oviedo, de hecho puede decirse que su edad de oro mucho debe a los que hace siglo y cuarto se sintieron geógrafos, aunque practicasen otras disciplinas. Fue el caso de Aniceto Sela que, como su amigo Rafael Torres Campos, tenía a la geografía como «predilecto estudio», y la situaba en el centro del proceso educativo, por la peculiaridad de sus fuentes que obligan al viaje, que educa tanto física como psíquicamente. Así que mezclaban conocimiento y aventura para hacer personas cabales, lo que para otro geógrafo de la época, Gonzalo de Reparaz, era muy necesario, pues sin la combinación de lectura del paisaje y escucha del paisanaje «se llega a la formación de estados mayores sociales que nada saben de lo que deberían saber, precisamente por su desconocimiento de las leyes generales en las que se insertan las suyas».

Con la excursión el joven reconocerá los paisajes y los hará suyos. Lo que significa que cuando en un viaje en coche por La Mancha una madre cantábrica diga a sus críos «mirad, esos son los montes de Toledo», y uno de ellos responda «y aquellos picos son Chorito, Pocito y Corocho de Rocigalgo», sabremos que, además de sonar bien, ya los han hecho suyos. Como Soria es del sevillano Antonio Machado, del santanderino Gerardo Diego o de Gabinete Caligari.

Soria, que atrapa y hace sentir otras sensaciones. Será la altura, el aire limpio y fresco que baja de Urbión, Cameros o del Moncayo, y que hace sonar los chopos y arces del Duero, cuya curva de ballesta deja a la ciudad como punta del virote que es el pico Frentes, y enmarca la altimeseta caliza poblada de silenciosas sabinas, que es abierta de norte a sur por el cañón del río Lobos. En él uno puede internarse para sentir el misterio soriano, al encontrar una pequeña ermita que dicen que es templaria. ¿En qué se distingue? ¿A qué irían los templarios a un paraje tan aislado y bello? Seguramente a hacer ejercicios espirituales. Pero de animistas. A sentir el contacto con las fuerzas de la naturaleza que allí emergen. No hace falta una sensibilidad iniciada para percibir que se está en un lugar mágico. Cuando uno entra en la ermita comprende el poder del símbolo. Y por qué se llama nave al espacio abovedado principal. Tal parece que es el vaso de una nao del XIV puesto a monte, volteado. Con una proa llena y redondeada que apunta al este y a la cueva por donde surgen el sol y el agua. Y una popa de escudo, de muro plano y hendido por lo que parece la lemera, que da salida a la caña del timón. En su interior una tolda con antepecho de piedra para el maestre y el piloto. Y sobre ella, en los dos hastiales, una serie de baos al aire podrían sostener el entablillado de la toldilla. Desde dentro el ábside está apuntado y parece que la cruz del altar va a prolongarse como bauprés, del que colgaría la vela cebadera impresa con la Cruz de Cristo. Templarios en el río Lobos, también presiden Soria desde el Mirón, cerro para admirar el Duero y una ciudad que cierra a las dos y media, y se echa a la calle al caer la tarde, a pesar del frío que baja de la sierra de Pela.

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Soria es la única capital que no tiene comunicación por autovía y fue la última que la tuvo por tren. Ahora las obras de la del Duero están descubriendo una calzada romana, otra de las infraestructuras imperiales que llenan la provincia, como el acueducto de Tiermes, la aliada de Numancia, o las villas del agua, como La Dehesa, o el Arco del Triunfo de Medinaceli. Sin duda, merecen una visita. Pero no solo por su monumentalidad sino por el escenario. El paisaje en el que se enclavan es algo más que naturaleza, es composición sublime que educa y trasciende al tiempo. El Duero lo dice. Y el joven lo escucha. No todo está en Wikipedia.

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