El Jefe de estado italiano, Sergio Matarella, encargó a Mario Draghi la formación de un gobierno para el país transalpino. Italia, históricamente, siempre tuvo grandes dificultades para conseguir un gobierno estable y eficiente por múltiples razones, como son la fragmentación y enconamiento de las fuerzas ... políticas, las grandes diferencias sociales y económicas existentes entre el rico y europeizado Norte y el pobre y aislado Sur, el gran arraigo de la corrupción, la fuerza oculta de la mafia y un largo etcétera. Italia es muy heterogénea y entre ciudades como Turín, Florencia o Génova y otras como Palermo, Nápoles o la preciosa Catania, en la que uno siente la influencia de la Corona de Aragón, hay pocas similitudes. En otras como en Trieste se palpa, todavía, la antigua pertenencia al imperio austrohúngaro.
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Españoles e italianos tenemos muchas cosas en común, o las teníamos, porque Italia ha logrado ahora algo extremadamente difícil e importante, como es el hecho de conseguir que las principales fuerzas políticas del país, incluso las de signos radicalmente opuestos, admitan que lleve las riendas Mario Draghi, un hombre cargado de conocimientos, experiencia y contactos derivados de su mandato al frente del BCE. Es decir, remar juntos en un momento crucial y decisivo, entregando el volante a un hombre con conocimientos, o sea, lo que ahora despectivamente se califica como 'tecnócrata', como si fuese mejor ser ignorante en la materia.
El romano Draghi es un economista que cuenta con una dilatada experiencia al frente del BCE y antes ya había pasado por el Banco de Italia, por el Banco Mundial y por la prestigiosa gestora de fondos de inversión Goldman Sachs. El gesto inteligente y altruista que han sido capaces de tener las principales fuerzas políticas italianas, aún siendo antagónicas, uniéndose en torno a la figura de Draghi va a reportar incalculables beneficios al país, ya que estamos en un momento trascendental debido a que países como España e Italia van a recibir una enorme riada de dinero de fondos europeos. Estamos ante una especie de Plan Marshall, a diferente escala, algo así como las grandes cantidades que recibió Asturias cuando los fondos mineros y que aquí se desperdiciaron de una manera patética y lamentable. Italia, con Draghi al frente, es probable que no desperdicie esa oportunidad única, mientras que otros asistimos a diario a estériles disputas dogmáticas que solo son cortinas de humo para entretener a una población que contempla, perpleja y desilusionada, el desplome sanitario y económico del país. Estamos ante una encrucijada trascendental en el camino y parece que Italia ha tomado la ruta buena.
El brillante economista norteamericano Gary Becker (Pensilvania 1930, Chicago 2014), laureado con el Premio Nobel de Economía del año 1992, sostenía en su didáctica y magistral obra 'Altruismo y egoísmo' que detrás de un acto altruista, aparentemente desinteresado, hay siempre un cierto componente egoísta. Ese componente puede venir dado porque el acto altruista nos sirva como una especie de lavado y centrifugado de conciencia, o porque pensemos que hay que dar un paso atrás para luego dar dos adelante.
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Si algo define a la política española es la fábula de 'El escorpión y la rana'. Dicha fábula es de origen desconocido, aunque mucha gente se la atribuye a Esopo. El escorpión le pide a la rana que lo lleve a lomos para poder cruzar el río y la rana le pregunta: «¿Cómo sé que no me picarás?». A lo que el escorpión le contesta: «Porque si te pico moriremos los dos ahogados». Ante un argumento tan convincente, la rana acepta el trato e inicia la travesía, pero en un momento el escorpión la pica mortalmente y la rana, incrédula, le pregunta: «¿Por qué has hecho eso? Ahora, moriremos los dos». Y el escorpión le responde: «Ya lo sé, pero soy así y no puedo cambiar».
Volviendo a Gary Becker, él sostenía que la inteligencia de las sociedades y de los individuos puede ser medida, en gran parte, por la capacidad para tener actos altruistas. Dicho de otro modo, para ser altruista hay que ser inteligente y tener altura de miras. Y la clase política española está muy cerca de ser como el escorpión, porque es cortoplacista y nosotros somos la rana. Rana obligada, porque no podemos elegir si llevamos al escorpión a cuestas o no, pero rana al fin y al cabo.
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Hoy siento envidia de Italia. Ciao.
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