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Disonancia cognitiva

No debe extrañarnos ver que algunos actúan en su propia contra

Martes, 6 de abril 2021, 05:47

Mi niño es muy bueno!», proclama a la puerta del juzgado la madre de un asesino, reo de múltiples delitos, un cabrito diabólico con uñas teñidas de sangre carmesí. Esa madre ignora que al alabar la bondad de su monstruo, exhibe un trastorno que nos ... afecta a todos los mortales, y es que vemos las cosas con arreglo al cristal con el que miramos. «Mi niño es muy bueno», y la frase es ejemplo de lo que los cultos llaman disonancia cognitiva, perturbación psíquica que desdobla y separa la realidad en trozos para dar a quien se interese argumentos de conveniencia al gusto. Por eso algunos ven blanco en donde otros ven negro. Consiste en sostener dos creencias incompatibles y quedarse tan fresco. Tip y Coll lo resumían en un sabio refrán, «a nadie le huele mal su pedo, ni le parece su hijo feo». Ahora, en elecciones, la disonancia cognitiva infecta a nuestras dos Españas machadianas. Una muestra de ello es que en frío, y en su sano juicio, nadie votaría a una partida de ladrones corruptos, a trileros de pulserita rojigualda, como esos hipócritas que percibían sobresueldos y sobornos, y que ahora, para escurrir el bulto y llamarse a andana, se niegan a reconocerlo ante el juez con la fórmula de «no sé nada, no me consta». En aras de la coherencia ética, nadie votaría a farsantes tan obscenos, como tampoco nadie concedería la Medalla de Oro de la Comunidad de Madrid a una tal Cristina Cifuentes, expresidenta pillada con las manos en la crema antiedad Olay. Pero, oye, a quienes anteponen sus credos e ideologías a las ideas, a la razón o a la realidad pura y dura, no les resulta incongruente votar a su enemigo. «No pensarás que voy a votar al de la coleta», dice quien posee el mismo sesgo ideológico que la madre de «¡mi niño es muy bueno!», y eso facilita que elija sin problemas de conciencia a un peligro público. Y ahí tienes a la seráfica Ayuso premiando a la tramposa Cifuentes con la susodicha medallita dorada, mientras un público adepto, infectado de disonancia cognitiva, plas, plas, aplaude a ritmo.

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