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Hibris era la diosa griega del orgullo, tan soberbia que no encontraba con quién casarse. Al final dio con el despiadado Pólemo, el de la guerra, del que ya no se despegó. Moraleja geopolítica: nunca dejes que Hibris se meta en tus asuntos. Hoy 'guerra ... híbrida' es el sintagma que los medios emplean para explicar el silencioso conflicto que enfrenta a Polonia con Bielorrusia, en el que como armas se utilizan personas, desplazadas de su nación por una guerra convencional, que son dirigidas hacia otra. Aunque también se dice que el conflicto es entre bloques, Rusia 'versus' la Unión. ¿Cómo es posible, si una es el suministrador energético de la otra? ¿Se puede hablar de guerra a medias, o es una guerra por otros medios? Por todos los medios, según escriben los autores de 'Guerra sin restricciones' (1999), dos generales y académicos chinos, para los cuales cualquier espacio, físico o virtual, puede ser campo de batalla; cualquier tecnología (física, química, biológica, cibernética, financiera) arma; cualquier metodología (política, religiosa, cultural…) aplicable, y cualquier persona soldado. El rival puede estar muy lejos. El objetivo no es destruirlo, es que sirva a los intereses propios.
La guerra ha pasado por distintas dimensiones, de las dos del plano a la tridimensional en todas las envueltas del globo. La Humanidad tecnologizada ya se ha hecho con la Tierra. Ahora el riesgo es que no sepa qué hacer con ella. Mientras los estados poderosos lo deciden, los simples deben saber que su seguridad abarca muchos campos; que deben participar en el gran juego de estrategias dentro de una alianza; y que las doctrinas de la guerra se llaman 'guerra asimétrica', en la que el contendiente más débil devuelve la energía proyectada por el más poderoso en su contra, sin ninguna restricción ética o moral; o 'guerra híbrida', cuando se combinan armas y métodos para apuntarlas en todas direcciones, de una manera integrada, con precisión y sincronía, limitando objetivos e ilimitando la fuerza. Así se fabrican crisis y en cada una de sus fases se busca la asimetría favorable. Ambas formas parten del hecho de que tras la guerra fría, la superioridad norteamericana y de sus aliados creó una nueva lógica, que impulsó a los contendientes a abandonar el modo tradicional de hacer la guerra, y a buscar alguna combinación que les diera ventaja.
El libro chino fue inspirador para el general ruso V. Gerasimov, quién en 2013 analizó las guerras desde 1990, y concluyó que se dividieron en etapas: 1) origen encubierto, por campañas informativas para conseguir adeptos; 2) escalada, la tensión se incrementa con sanciones para promover el descontento interior; 3) violencia, la presión interna genera una respuesta cruenta; 4) crisis, con intervención internacional; 5) resolución, con los objetivos alcanzados llega la normalidad; 6) paz, los intereses propios quedan garantizados con afines en el interior y presión diplomática externa. A este tipo de conflicto le llamó 'guerra hibrida'. Supone que fue utilizada por los occidentales que, en cambio, acusan a Rusia de haberla empleado para escindir a Ucrania, causando más de 13.000 muertos en el este del país desde hace ocho años. De Ucrania tratarán los presidentes Biden y Putin en su tenida de hoy. Que Putin parece que prepara desplegando un extraordinario contingente de tropas en la frontera, a la vez que efectúa una sorprendente contratación de reservistas. Con ello podría estar diciendo a la OTAN, de la que Ucrania no es miembro pero sí socio, que abandone toda pretensión de incorporarla, que reduzca allí su presencia militar, y que convenza al Gobierno ucraniano de que acepte la partición del país; que no pelee más en el Donetsk, reconozca la realidad y se conforme con la paz de 2015. Oferta que, por el momento, le ofrece el nuevo zar de todas las Rusias al país que justificaría el plural y que, por lo tanto, no tendría derecho a existir como estado soberano. Retórica nacionalista inaceptable para la comunidad internacional, por romper el principio de 'paz territorial', y que no comparten los ucranianos, contentos con su emancipación, soberanía y fronteras desde hace 30 años, pero que utiliza un régimen no exportable, cuya prioridad es mantenerse en el poder, y que fabrica en Ucrania una cuña para introducirla en la OTAN y provocar una fisura. Mientras tanto, China observa con atención la manufactura de la crisis (que podría aplicar a Taiwan, su tierra irredenta) y la respuesta que denlas democracias, que según Xi Jinping, «no pueden seguir el ritmo de China».
Una respuesta condicionada en Europa por su dependencia energética, y en Norteamérica por la recuperación de la promoción de la democracia y los derechos humanos, como eje de su política exterior, abandonada por la anterior administración y que la nueva parece que utilizará como relato de una evidencia: que el mundo no desea parecerse a Rusia. Otra cosa es China, que aparenta desinterés en difundir su tecno-socialismo, pues liga su estabilidad social y su preeminencia económica a competir eficazmente dentro del sistema, no a cargárselo. Es la interconexión comercial la que debería rechazar a Pólemo e Hibris, pues con la pareja los beneficios disminuyen y los costes aumentan, lo que no evitará que se cuelen en la cabina y endiosen a engallados pilotos que calculen mal y estrellen contra la Tierra sus aparatos, desencadenando caos y miseria. El asunto parece ser un test de esfuerzo para las democracias liberales.
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