En el wéstern nunca falta un tipo con una Biblia y un revólver. Forma parte de la imaginería del Oeste, a tal punto que impregna la contemporaneidad de los Estados Unidos, los desangra, los desespera. El gobernador de Texas dijo sobre una de las masacres, ... The problem is not guns; it´s hearts without God, «el problema no son las armas, son los corazones sin Dios». Las compañías que fabrican armas tienen en su identidad corporativa frases provenientes de los Proverbios, que se refieren a la manera de educar a los hijos en la religión, u otras que afirman el compromiso de la empresa con la oración diaria y con la enorme responsabilidad que atesoran, 'Jesus Christ is the cornerstone of our business, our family and our lives0. En contradicción con lo que predican sus creencias, los más religiosos entre los religiosos son los que más pistolas y rifles de asalto poseen. La Segunda Enmienda vela por todos como si fuera el Creador, y ya sabemos que Ernest Hemingway siempre envolvió su pistola con unas bragas que le regaló Ava Gardner.
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Esta poliantea de armas y el dios americano tiene una larga tradición que ya viene de Inglaterra, y es dura como el Kevlar. En el siglo XIX había una línea denominada 'Muscular Christianity', que ponía el foco en la fuerza, tanto física como espiritual, y que produjo los famosos predicadores que llegaban a la frontera americana con una Biblia y un Colt («Dios creo a los hombres y Samuel Colt los hizo iguales», rezaba la publicidad). Territorios sin ley, donde todo el mundo tenía claro que seis balas hacían posible que la palabra del Señor se enraizase mejor. Los Winchester, Derringer, Colt…echaron raíces tan profundas, en el territorio y en la psique, que, actualmente, el derecho constitucional se mezcla con la defensa propia como ley natural, con el patriotismo, con la identidad, y con la búsqueda de la felicidad. Toda una empanada mental que tiene las sanguinarias consecuencias que vemos casi cada mes.
En esa olla bullente, la de un Dios veterotestamentario muy preocupado conque cualquier hijo de vecino pueda poseer un AR-15 ('the only way to stop a bad guy with a gun is a good guy with a gun'), existen derivaciones benévolas. Me refiero a las novelas del oeste, a las buenas, a las obras de arte comparables a cualquier otra (de hecho, yo considero que dos de las mejores novelas de la historia son 'novelas del Oeste', y en breve las comentaré). La cultura de las armas, aquello que dijo Horace Greely: 'Vaya al Oeste, joven, y crezca con el país', el 'saloon', la madame, el pistolero, el vendedor de crecepelos, las estampidas del ganado, los paisajes inabarcables, los duelos finales, sheriffs y cuatreros, viejos militares sudistas, la fiebre del oro… Decían en 'Horizontes de grandeza', la película basada en la novela de Donald Hamilton, que 'aquí en el Oeste aún se espera que un hombre defienda su honor'. Vamos a ello.
Si usted no ha leído ninguna novela del género y aún piensa que todo es una cutredad (Silver Kane, Curtis Garlan, etc), es el momento de, igual que los comanches, comenzar a distinguir a quien ladran los perros: si a un blanco, un indio, un lobo o un espíritu. Nada mejor que comenzar con la prodigiosa trilogía de Oakley Hall (Warlock, Bad Lands y Apaches, todo en Galaxia Gutenberg). Siendo todo bueno, un servidor considera que 'Warlock', escrita en 1958, es una de las mejores novelas del siglo XX. Solamente la premisa inicial, el mejor pistolero del país, que tiene problemas morales para sacar la pistola, es como un cohete lleno de hidracina. Voy a centrarme en el XX y el XXI, pero esto no debe obviar los clásicos, por supuesto. Una muestra: O. Henry, con sus maravillosos cuentos 'Cómo asaltar un tren' (Ediciones del Bronce), el siglo XIX americano, lleno de guerras civiles, falsificadores, cuatreros, atormentados vagabundos…
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Un tótem nos espera a medio camino: 'Meridiano de Sangre', de Cormac McCarthy (Literatura Random House), una barbaridad, una de mis diez novelas preferidas, de la que Harold Bloom dijo que «en el umbral del siglo XXI me parece la obra imaginativa más impresionante entre todas las de los escritores estadounidenses vivos». No siempre comparto el criterio de Bloom, pero, en este caso, suscribo cada palabra: poesía y crueldad al servicio del Juez Holden, uno de los personajes más demoniacos y fascinantes de las letras. 'Zebulon', de Rudolph Wurlitzer (Tropo Editores), es otra novela salvaje, subversiva, mística e hipnótica. Donald Ray Pollock, el autor de los formidables cuentos de 'Kockemstiff', escribió un colosal wéstern, «El banquete celestial» (LRH). En sus páginas, humor negro, estilismo, violencia y, sobre todo, ganas de cargarse los géneros. La editorial Valdemar tiene una línea en la que ha publicado grandes muestras, como «Centauros del desierto», de Alan Le May, mucho más dura que la película, «Hondo» de Louis L´Amour, 'Bajo cielos inmensos', de A. B. Guthrie, o la gran 'Llegaron a Cordura', de Glendon Swarthout.
Otra recomendación personal es la tenebrosa 'La encrucijada del roble', de Elizabeth Crook (Siruela), en la que tendrán que sustituir la ballena blanca por una negrísima pantera, y tendrán una historia de obsesión y redención. Otro libro que me gustó mucho fue 'El Hijo', de Philipp Meyer (LRH), un wéstern generacional en el que entenderán mejor a los comanches. El maestro E. L. Doctorow escribió una estupenda novela 'Cómo todo acabó y volvió a empezar', editada por Roca, con esa mano que mezcla la maldad, la dignidad y una escritura siempre brillante que nos mantiene pegados a la página. Y hay más, mucho más, la cueva de Alí Babá. 'Oh, Jesús ¿cuántos AR-15 piensas que podrías haber tenido?', se preguntan los fundamentalistas americanos. Yo, que colecciono novelas del oeste, siempre me pregunto cuántas son suficientes para dejar el vicio. Nunca encuentro respuesta.
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