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Durante su discurso de investidura, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, anunció varias medidas para el fomento de la natalidad. Entre ellas, destaca una ayuda directa de 14.200 euros para aquellas mujeres embarazadas menores de 30 años. O sea, una ... pasta. Eso sí, deben llevar al menos 10 años empadronadas en la comunidad y sus ingresos no pueden superar los 30.000 euros anuales. La tasa de natalidad madrileña (número de nacimientos entre la población media registrada) es de 7,68. Hablamos de la tercera más alta de España. En Asturias tenemos, según el INE, una tasa del 4,70. A la postre, la más baja del territorio. Como ven, la diferencia es notable. La pregunta, pues, es la siguiente. Si donde no tienen un problema demográfico tan grave como el nuestro hacen políticas de este tipo, ¿deberíamos también fomentar la natalidad con subvenciones a las parejas que decidan tener hijos?
Miren otro dato absolutamente revelador: la población activa. Es decir, el porcentaje de personas mayores de 16 años que tienen un empleo o están buscándolo. En nuestro paraíso natural apenas pasa de la mitad (51%) siendo la más baja del país, mientras que en Madrid es la más alta (63%). Lo cual quiere decir que, quien quiera tener hijos allí, va a tener muchas más posibilidades de encontrar un trabajo. Al final, otra de las claves importantes para aumentar la natalidad. Por tanto, la cuestión no es solo dar subvenciones cada vez mayores -en eso solemos ser el número uno-, sino también que los futuros padres tengan una estabilidad laboral.
Entiendo que nadie toma una decisión tan importante sólo por el dinero público que va a recibir. Tiene haber dinero y algo más, como no tener problemas económicos por la pérdida de un empleo. En el caso asturiano, puede que con una ayuda directa lográsemos mejorar la natalidad. No digo lo contrario. Sin embargo, creo que tampoco sería la solución, puesto que este segundo factor (el económico) pesa mucho. Vean si no los migrantes que recibimos: el porcentaje más bajo de España. ¿Por qué? Volvemos a lo mismo: tenemos una economía demasiado débil y que genera poco empleo. En otras palabras: sólo la prosperidad económica garantiza aumentos de población y con ello nacimientos. Sin embargo, lo que llevamos haciendo durante décadas es formar a nuevas generaciones, para que luego tengan que ir a trabajar fuera. Mayoritariamente, a 500 kilómetros dirección sur.
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