Hay una cultura del cine, a buen seguro agrandada en tiempos de pandemia por medio de los nuevos artilugios con pantalla que nos encandila hacia el héroe solitario. El que está solo ante el peligro, el que espera en medio de la pradera y se ... sube a la diligencia, el pistolero que quiere dejar de serlo y aparece un día donde los hombres han echado raíces profundas... A todos nos emociona su valor, el de aquel que antepone la dignidad y el deber por encima de la felicidad y la vida. En aquella mítica película 'Solo ante el peligro', que a mi generación nos pilló de chavales, Gary Cooper se exponía a perder la vida, pero nos parecía también extraño que perdiera en el empeño a Grace Kelly, cuya finura y encanto nos había revuelto las hormonas. También estaban aquellos héroes del pueblo y para el pueblo, que nos presentaba el gran Frank Capra. Ese emigrante de Sicilia que con la Constitución en la mano ayudó a hacer el gran país de América, no sólo rodando películas sino yendo a los frentes en las dos guerras mundiales. El teniente coronel Frank Capra fue un hombre consecuente, y quiso parecerse a los héroes que filmaba. Entre el bien y el mal, por donde discurre siempre el factor humano, las naciones dignas se construyen siempre con el ejemplo de los hombres dignos, y no con los engaños de los trúhanes.
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Según la Biblia, que es libro provechoso también para los ateos, en Sodoma no había hombres justos. Según se escucha ahora masivamente en las conversaciones de este país, los justos aquí tampoco abundan, y lo que más se dice es que los políticos son todos iguales. Un reducto donde tenemos la peor derecha y la peor izquierda, y optamos por el nihilismo o por las soluciones que están en cada cabeza. No obstante, este país también tuvo hombres admirables en la política. Gente consecuente, como aquellos héroes de Capra, que renunciaron a estar en lo más alto para no traicionar sus creencias. Me refiero a Nicolás Salmerón, que dimitió de presidente de la República antes de verse obligado a firmar unas sentencias de muerte. Hay quien con un acto tan simple, negarse a firmar, podría hasta lavar la mala imagen de una estirpe y hacerse un marco para la historia.
En cambio, he ahí un robot con estilográfica; una firma para desmembrar el estado, quien se dice jefe del estado. Todo ello para poner en circulación a muñidores, que proclamaron una república, y su libertad no tiene otro fin que volver a intentarlo. Mal vasallo y peor señor.
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