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La política española actual es ciclotímica: los asuntos clave, los que de verdad se alternan de un día para otro, los que el futuro no se contemplan –quizás porque no dan acceso al poder con la fragilidad que proporcionan las urgencias electorales y a menudo ... demagógicas– ha cobrado carácter de máxima actualidad, de problema grave si los hay, la escasez de viviendas.
El descontrol que existe entre salarios y costes para crear un hogar y formar una familia con algo tan fundamental como encontrar donde alojarse, crea situaciones dramáticas. Son muchos los factores que han agravado la escasez de viviendas, desde la mejora del nivel de vida que crea más exigencias hasta el turismo que ocupa casas, muchas parte del año, hasta la inmigración que, como es lógico, aumenta la demanda conforme se va integrando. Aparte del miedo que se ha suscitado con las 'okupaciones'.
Cuando se habla de miedo se trata del que inspira la ocupación ilegal y la falta de una seguridad clara y aplicable que garantice a los propietarios con centenares de ellas deshabitadas que se resisten a formalizar un alquiler adaptado a precios justos y sin la seguridad que garantice la recuperación ante los impagos, las necesidades personales o los destrozos que a veces se producen. La falta de una legislación clara sobre esto y principios de actuación ante incumplimientos de la Ley, es otro obstáculo.
Tanto el partido que encabeza el Gobierno como el que polariza la Oposición se han decidido por fin a dejar –se teme que temporalmente– sus tiquismiquis habituales para abordar este clamor popular, reclamando soluciones ambos, tanto el PSO E como el PP, coincidiendo en el anuncio de unas medidas, de apariencia improvisada en ambos casos, para precipitar la solución que tendría que haberse contemplado ya hace años.
La primera realidad es que hay que construir viviendas y la segunda que se trata de algo que lleva algún tiempo planificarla y ejecutarla lo cual no admite improvisación. Es sin duda buen propósito que ambos partidos, uno desde el poder del Gobierno del Estado y el otro desde su control de la mayor parte de los autonómicos y municipales, abordar el problema y anticipar algunos principios de solución. Habrá que ver ahora cómo lo abordan.
Son dos proyectos diferentes, pero con algo muy importante en común y es la demanda tanto desde ideas de derechas como de izquierdas que se aprueben, se maticen y se empiecen a ejecutar sin más demoras, ya acumulan muchas. Y llegado a este punto, opino que la mayor parte de la sociedad española lo que quiere es que los políticos de turno se pongan de acuerdo para, lejos de convertirlo en un debate como tantos absurdos, se pongan de acuerdo sobre esta necesidad imperiosa.
Es muy lamentable, y poco verosímil en una democracia, que las discrepancias se centren en disputas por el poder y no en abordar lo que la sociedad quiere con unanimidad, que después de año y medio los dos líderes, Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, todavía no se hayan sentado juntos para hablar y negociar, lo cual es muy revelador de que algo en la actividad política está mal.
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