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Apremia la aprobación de los Presupuestos, tarea nada fácil cuando hay que satisfacer a siete partidos políticos prendidos con alfileres, cinco de ellos independentistas. Y es la oportunidad esperada para que cada uno aproveche para que Pedro Sánchez atienda condiciones con tal de garantizarse su ... permanencia en la Presidencia del Gobierno. El poder en situaciones tan insólitas es insostenible y sale muy caro, tanto para la integridad del país como para su supervivencia. Pero él seguro que se irá apañando.
Cada partido aprovecha para exigir y pedir el precio de su apoyo en el Congreso. Alguno lo tiene asegurado de antemano; otros, en cambio, van a incrementar ese precio por encima incluso de las leyes todavía vigentes, que habrá incluso que cambiar. Y en algún caso, hasta violar la Constitución. Pero el sillón de la Moncloa merece sacrificios inaceptables para muchos votantes, alguno que pasa incluso por reducir derechos y normas de convivencia, guste o no guste al grueso de electores, que se verán traicionados en lo relativo al pasado y también temerosos sobre su futuro.
Esto es lo que está ocurriendo con Bildu, el partido de triste recuerdo, cuyos líderes y militantes han conseguido sus méritos mediante disparos en la nuca por la espalda a centenares de personas que no estaban de acuerdo con sus deseos. Bildu, que trae a la memoria el peor recuerdo después del de Franco, es ya un partido político legal, que merecería que se le aceptara el remordimiento, pero que aunque ha permanecido callado algún tiempo, nunca se ha olvidado de su tradición vinculada a la violencia. En esta ronda de exigencias no puede pedir más autonomía ni administrar impuestos, porque en Euskadi ya los tienen. Reclama su tajada en el orden público.
Así, ha reclamado, y se le ha concedido, una serie de derechos y prebendas que le libren de la autoridad de las fuerzas del orden, ante las que podrán hacer lo que les plazca, como escupir en la cara a los agentes, algo inaceptable ante cualquier ser humano, o prohibir a los responsables del orden utilizar pelotas de goma en la calle para frenar problemas mayores.
En síntesis, su voto a favor de los presupuestos dividirá a los ciudadanos, mientras las fuerzas de seguridad, Guardia Civil y Policía, son desposeídas de su autoridad frente a la violencia. Incluso se desvirtúa el papel de los jueces, que tendrán que moderarse al aplicar sanciones contra acciones violentas. ¿Podremos hacer lo mismo el resto?
Aclarado el pago a Bildu, a Sánchez le falta ahora saber cuál es el precio de Junts, el partido ultra catalán que tutela desde la distancias el golpista Puigdemont, cuya exigida amnistía no evoluciona con la rapidez que desea: hay precios que Pedro Sánchez, a pesar de su acumulación de poder, no puede pagar con tanta rapidez como ambos quisieran. Todavía quedan partículas de poder que a Sánchez se le escapan.
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