Antes de poner la radio para seguir la votación en el Congreso de la Ley de amnistía, sobre la que me proponía escribir este artículo, me encontré con un titular de periódico que asegura que el adelanto de las elecciones en Cataluña sacude el tablero ... político. Y tengo que decir que me produjo una sorpresa: no porque no estuviese al tanto de lo que había ocurrido la víspera en el Parlament de Cataluña, el rechazo del presupuesto y la dimisión, con convocatoria de elecciones el 12 mayo, del presidente de la Generalitat. También era consciente de que, como no podía ser menos, tendría influencia en la situación española.

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Lo que me impactó en ese momento fue esa afirmación anticipando que sacudirá el tablero de la política. ¿Era estable hasta ahora, me pregunté interiormente? Yo lo imaginaba moviéndose como agitado por un vendaval que soplaba en todas las direcciones. Los vientos racheados del Este y del Oeste, de estribor a babor en argot marinero, impidiendo que volviese esa normalidad meteorológica que tanto estamos deseando. La verdad es que la impresión que nos produce la inestabilidad de las nubes recuerda, aquí en la tierra y particularmente en Madrid, lo que está ocurriendo con las turbulencias de La Moncloa.

En pocos minutos me vinieron a la memoria los escándalos de corrupción, la imagen desprestigiada de quien ejercía la presidencia de los debates sobre la amnistía, unido a la anormalidad de que la Cámara legislativa estuviera enbarcada en un proyecto de dudosa constitucionalidad, bochornosamente explicado por la comercialización del Poder Ejecutivo, despreciando la competencia del Poder Judicial y lo que democráticamente es peor: contra la voluntad de la inmensa mayor parte de los ciudadanos, expresada ya en las últimas elecciones generales y todas las votaciones y encuestas celebradas desde entonces.

La verdad es que dándole vueltas a estas cuestiones sentí depresión. Muchas veces me viene ocurriendo en estos últimos tiempos, aunque siempre trato de olvidarlo cuando me siento a escribir. El panorama político es muy preocupante, aunque al fin y al cabo eso es asunto de los políticos que –como lamentan muchas personas– sólo parecen interesados y ocupados en sus propios asuntos. Y es cierto. Lo malo es para el resto de la gente, que permanece bastante indiferente, diciendo '¡anda que lo arreglen ellos!' y lamentando que de sus propios problemas nadie se preocupe.

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La realidad es que algunos hemos pasado de la dureza de una dictadura sangrienta a disfrutar más de cuatro décadas de libertad, democracia y recuperación de la convivencia perdida. Hasta estos últimos tiempos de anarquía institucional y de sentir el temor de que triunfe la frustración que se intuye, de que esas pequeñas minorías enfrentadas y coyunturalmente unidas por sus intereses, acaben volviendo a enfrentarnos en dos bandos, recuperando la amenaza del odio casi olvidado.

Nota: Poniendo ya este punto, escucho que la amnistía ha sido probada. Pero de eso informan y analizan muy bien los compañeros de redacción y opinión.

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