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Yolanda Díaz, vicepresidenta segunda del Gobierno, seguramente está sufriendo cómo su coalición se rompe a cachos e incluso en el Gobierno pierde poder –unas veces ... ante el presidente Pedro Sánchez, que tiene que hacer malabarismos para mantener contentos a todos sus socios y aliados– y está retrocediendo a sus viejos tiempos de inspiración comunista, oponiéndose a la inversión en defensa e incluso pidiendo la disolución de la OTAN, a la que considera una amenaza. Y reivindica la precisión del diccionario cuando usa la palabra 'rearme' que la situación geopolítica exige con urgencia a la Unión Europea, frente a la 'seguridad' que quiere utilizar Sánchez. Para los españoles y demás miembros se trata de lo más importante que necesitamos como garantía de nuestra democracia y hasta de nuestra soberanía.
Es evidente que tanto mirando a la derecha como a la izquierda –geográfica– del mapa, ambas perspectivas ofrecen peligro, como estamos comprobando con la invasión de conquista territorial de la Rusia de Putin contra Ucrania o las pretensiones de Donald Trump de adueñarse de la isla danesa de Groenlandia. La necesidad de rearmarse después de tanto tiempo de olvido –usando argumentos pueriles– a la hora de potenciar las Fuerzas Armadas y la contribución conjunta de los Veintisiete hacia una verdadera unión, es algo que, por fin, los mediocres gobernantes que ejercen el poder en esta etapa política en Europa reconocen, por lo que se han puesto manos a la obra. No se trata de algo fácil ni barato, es evidente, pero sí necesario.
El rearme requiere coordinación entre los miembros y disponer de inversiones importantes que, probablemente, exijan reducir otros gastos de interés social. En España, además, esta necesidad ineludible se agrava ante la falta de presupuestos generales del Estado, por la incapacidad política para aprobarlos ante la obstinación del presidente Sánchez de negarse a lo que han hecho otros de sus colegas europeos, como Alemania o Portugal, de convocar elecciones para poder constituir un nuevo Gobierno cohesionado y capaz de afrontar esta situación caótica y poco democrática que estamos sufriendo.
La propia OTAN, que en el pasado contó con bastantes opositores, mantuvo durante décadas un equilibro de paz precaria frente al Pacto de Varsovia, que atemorizaba con imponer el comunismo desde la dictadura Soviética y cuya liberación ya está siendo celebrada por la mayoría de sus miembros, transformados ahora en dieciséis países soberanos. Pero la Alianza atraviesa actualmente una etapa de incertidumbre sobre su futuro. Trump la ha cuestionado y se teme que, en una de sus decisiones histriónicas, un mal día decida que los Estados Unidos, su miembro más poderoso, la abandone, dejando a los países comunitarios fronterizos con Rusia, desde los Bálticos hasta Polonia, expuestos a que Putin siga adelante con sus amenazas de expansión.
España, se escuchaba a menudo y lo repiten la señora Díaz y sus seguidores, queda muy lejos de Rusia, pero no podemos olvidar que España, por fortuna, cada vez es más Europa y los españoles más europeos. Europa ya está siendo casi todo para nuestra geopolítica y para los españoles adoptarla como una patria común, en la que las guerras que ha sufrido en la historia alertan de que su seguridad requiere el rearme como principal garantía de nuestro futuro.
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