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La pandemia casi todos creíamos que había pasado a la historia de las calamidades humanas, pero la realidad es que el virus maldito que la creó continúa vivo y, si tiene alas por microscópicas que sean, coleando. La realidad que la euforia de las fiestas ... está ocultando, es que el covid continúa amenazando la salud colectiva y ahora además compartiendo la amenaza con la llamada gripe A, que mantiene a millares de personas postradas en la cama, con fiebre, dolores y, por supuesto, sin ganas de probar el turrón.
La mascarilla, que todos coincidimos es un engorro, vuelve a ser necesaria en muchos lugares y circunstancias. El poder de contagio de ambas dolencias es muy grande y no respeta ni siquiera a los que se han vacunado preventivamente. Hay que añadir que no se trata de un mal que afecta sólo a los españoles, eso también es cierto. El mal está extendido por toda Europa y países tan lejanos y desarrollados como los Estados Unidos, Canadá o Japón. Los científicos trabajan desesperadamente para ponerle coto, pero de momento sin éxito.
Hay que apresurarse a añadir, para paliar miedos, que a pesar de su virulencia, ninguna de las dos epidemias amenaza con la gravedad de hace tres años en que se cobró tantos millones de vidas. Los hospitales y servicios sanitarios están agobiados, pero trabajan las veinticuatro horas con la satisfacción de que la inmensa mayor parte de los pacientes superan la dolencia. Lo que continúa sin aclararse son las razones de esta nueva explosión vírica, cuyos tratamientos habituales tropiezan con la debilidad creciente de los antibióticos que lo curaban todo, sin encontrar alternativas.
La conclusión más visible para que los profanos podamos darnos por informados, se trata de uno de los efectos lentos, pero inevitables, del cambio climático, que muchos niegan igual que hacen con el holocausto nazi o la esfericidad de la Tierra. Las evidencias siempre son discutibles, por mucho sol y calor que nos esté empañando la tradición navideña con los renos llegando en trineos de Finlandia a la madrugada de los hogares para hacer dudar a los niños de que diciembre es tiempo de nieve.
Nadie por mayor que sea recuerda una meteorología tan buena en su valoración tradicional y tan preocupante en sus efectos. Muchos hogares están pasando las celebraciones y el cambio de año con el agua racionada en los grifos, y los productores de electricidad ven con preocupación como los embalses pierden los niveles. Sólo los agricultores que ven frustrarse las cosechas o las amas de casa enfrentando la escasez y el aumento de los precios de las verduras, son conscientes de que la falta de lluvia sólo beneficia la proliferación de insectos.
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