Saber estar es algo imprescindible para convivir en sociedad y, de manera especial, en democracia y libertad, donde se impone la realidad de que al margen del hecho de que tengamos creencias o pensemos distinto todos somos iguales. Por eso sorprende a veces que algunos ... políticos no lo entiendan así y confundan sus diferencias ideológicas con la normalidad a la hora de hablar o de mantener relaciones cordiales.
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Estamos estos días enfrascados en los prolegómenos de la investidura parlamentaria del presidente del Gobierno en la nueva legislatura, y ha sido noticia el miércoles que Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, los dos aspirantes, se hayan reunido. Es algo que debería ser normal, pero lo incomprensible es que sea la primera vez que se reúnen desde que Feijóo asumió el liderazgo de la oposición.
Incluso este encuentro, en vísperas ya del primer debate para la investidura, ha tropezado con bastantes dificultades. ¿Por qué?, cabe preguntar enseguida. Los dos son personas honorables y es de suponer que los dos coinciden, al margen de sus ambiciones, en desear lo mejor para los cuarenta y siete millones de españoles. El ejemplo del enfrentamiento gratuito o las dificultades en sus relaciones institucionales choca a muchos ciudadanos.
¿No es mejor que hablen y que, al margen de sus ideologías ambas respetables, intenten contrastar criterios y llegar a acuerdos prácticos sobre las cuestiones y problemas que enfrenta la sociedad y que ambos deberían resolver? Negarse a hablar no conduce a nada que quepa explicar al margen de actitudes personales. En todos los países que disfrutan de sistemas democráticos esta es una cuestión que no siempre se cumple, pero siempre se reivindica.
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El enfrentamiento no suele aportar nada positivo. Lo que opina el adversario puede ser debatido y criticado, pero nunca puede ser motivo para que dé la sensación de que existe odio entre los que se deben a los demás... Por lo menos, para que se exhiba. La pasada legislatura fue muy poco edificante en este sentido. Tuvo que atravesar muchas dificultades, como la pandemia, y a la hora de afrontarlas con frecuencia se echó de menos la ayuda de la concordia entre los responsables.
Muchas intervenciones en el Congreso de los Diputados dejaron en evidencia la falta de saber estar de profesionales de la política, que ocupaban escaños gracias al voto de personas que no les depositaron su confianza para verlos pelearse, y a menudo hasta insultarse. Incluso en deportes violentos, como el boxeo o la lucha libre, impera el respeto al adversario y se cumplen los reglamentos con mayor rigor entre los combatientes que el que muestran algunos aspirantes al honroso título de 'padres de la Patria'.
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