El Oviedo se lleva un valioso punto de Almería

Durante bastante tiempo muchos ansiosos lectores casi nos habíamos olvidado de la poesía, un género que bien podríamos decir que es el germen de la pureza de la literatura. Por eso alegra e intelectualmente reconforta asistir a su recuperación, todavía lenta, pero de manera progresiva ... y. lo que quizás sea más alentador, observar que lo está haciendo en ambientes de la vida cotidiana que van más allá de la tradición minoritaria en que se venía conservando.

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Hay algo más, que vuelve esta noticia reconfortante para los asturianos. Siempre resulta motivo de orgullo enterarnos de que nuestra tierra de origen y de recuerdo permanente -al margen de la distancia- destaca por algo cuyo eco positivo esté rebasando las fronteras del Principado. Lo hizo cuando empezamos a disfrutar del éxito internacional de los premios Princesa de Asturias, a los que tardamos en darles la importancia que estaban alcanzando en el mundo, especialmente en Europa y América.

Aquella iniciativa, que en los primeros tiempos a muchos les resultaba utópica, enseguida se reveló como un acierto de la inquietud de un periodista allerano, Graciano García, que tanto en el ejercicio de la profesión como en su capacidad creativa estaba demostrando adelantarse a su tiempo y al espacio, que empezaba a quedarle pequeño. Graciano, Chano para sus amigos que somos tantos, fue uno de los primeros que, lejos de amedrentarse ante la crisis global que relegó a nuestra región a un segundo plano en la economía y en el protagonismo social, se apresuró a reaccionar.

La poesía era una de sus aficiones casi secretas, la disfrutaba leyendo y, cuando el tiempo se lo permitía, ensayándola aprovechando su capacidad para escribir. Fue el principio porque, enseguida, cuando otras ocupaciones le proporcionaron un respiro, pasó del ensayo poético propio -muy valorado por los expertos- y emprendió la ardua tarea de promocionar este género hasta conseguir resucitarlo, poniendo en valor la creatividad de tantos autores olvidados y vinculándolo a Asturias, a la que se propuso convertir en Capital Mundial de la Poesía. Algo más que ambicioso que, sin embargo, cada día se va convirtiendo en mayor realidad.

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Gracias al contagioso entusiasmo que puso en el empeño, al esfuerzo que desplegó, primero ante los incrédulos, luego ante los curiosos, más tarde ante los poetas ya prestigiosos que se sumaron enseguida, las instituciones autonómicas y locales y, por último, ante empresas que comprendieron que era una iniciativa que merecía la pena. Hoy la idea ya da nombre a calles y plazas, aparece como descripción del origen de productos regionales y, lo que aún es más importante, es contemplado como un eslogan que empieza a cruzar Pajares y es escuchado y conocido en el resto de España. En Madrid, concretamente, en los ambientes culturales y literarios despierta interés y elogios. Ya son bastantes los poetas que aplauden que desde una tierra como Asturias se esté empezando a valorar y estimular su arte. Personalmente puedo añadir que ya fueron dos interesados quienes preguntaron por la manera de sumarse y participar en el congreso, que se celebrará dentro de pocas semanas.

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