La religión y la política han pasado por etapas difíciles, si echamos la vista atrás, ya en tiempos de los romanos e incluso antes. En España, momentos tan difíciles como los de la guerra civil y luego durante la dictadura, cuando la Iglesia establecía las ... normas estrictas del cumplimiento de la fe católica y era el segundo poder, después del militar. Fue un tiempo de un país dividido, en el que las creencias y prácticas litúrgicas justificaban la falta de libertades y la represión, que limitaban la expresión de las ideas y hasta el comportamiento de los ciudadanos.
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Todo cambió de forma elocuente cuando la paz y la democracia devolvieron a las personas la capacidad de ser libres, tanto en la forma de pensar como de comportarse. Y hay que reconocer que en poco tiempo las autoridades religiosas, por supuesto sin abdicar nunca de su fe, supieron incorporarse al nuevo sistema de convivencia, que la democracia implantaba no sin dificultades. Entre todos los avatares sucedidos en estas décadas, las relaciones entre los religiosos y los políticos no sólo se entremezclaron. En líneas generales casi diría que, más que correctas, han sido ejemplares.
El crecimiento del número de creyentes descendió y la actitud de la Iglesia, desde su Conferencia Episcopal hasta la mayor parte de los párrocos repartidos por todo el territorio, pasando por los obispos, fue ejemplar. No se recuerdan conflictos relevantes con los gobiernos de diferentes ideologías. El respeto entre las instituciones puede decirse que fue modélico, incluso en etapas de elecciones en que al margen de las diferencias que enfrentaban a los partidos, la Iglesia adoptó la actitud de defensa de sus principios,
Por eso estos días causa sorpresa en las celebraciones de la Virgen de Covadonga, que es algo que al margen de la fe une a los asturianos de todas las tendencias, el enfrentamiento entre el presidente del Principado, Adrián Barbón, y el arzobispo de la diócesis, Jesús Sanz Montes. Este último centró en sus sermones críticas sistemáticas e injustificadas al Gobierno regional, socialista, sin que conste interferencia alguna en las cuestiones eclesiásticas. Sus palabras, repetidas en distintas ocasiones, despertaron probablemente apoyos, pero entre muchos ciudadanos fueron consideradas inoportunas.
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Hoy, día de la fiesta de Covadonga, patrona del Principado, los actos comienzan con una misa solemne en la basílica, a la que asisten cientos de personas –y no todas católicas practicantes–. La tradición es que el presidente de turno del Principado –y ya van ocho– asista a los actos, empezando por las celebraciones religiosas. Pero en esta ocasión las autoridades de la comunidad del partido socialista, encabezadas por Adrián Barbón y miembros de su Gobierno, han anunciado que por primera vez no irán.
«No tenemos nada contra la Iglesia y menos contra la fiesta religiosa de la patrona, pero con esos agravios a nuestras ideas de igualdad democrática no vamos a soportar cómo se nos maltrata», me decía una alta personalidad. «Yo iré a la basílica a las diez, pero saldré antes de que empiece el sermón».
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