Lamento caer una vez más en la tentación de escribir del fútbol. De la corrupción que existe en el fútbol: del fútbol en su aspecto deportivo y competitivo me informo, y muy bien, de los colegas que, aprovecho para decirlo, suelen hacerlo con una profesionalidad ... y un rigor que admiro. Pero en mi caso, creo que ya es la segunda vez que elijo el fútbol como uno de los muchos lamentables casos de corrupción que se están dando en España, y me temo que en el resto del mundo.
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Son muchos, desde luego, pero cuando se trata de un deporte que es parte de la formación física y ética de los jóvenes, lo considero más grave. Y, como estamos viendo, además es que se trata de una corrupción creciente, que se extiende en las cifras multimillonarias y en el espacio. Es triste, mientras tanto, que la pasión que despierta sirva de escudo protector de los grandes chanchullos que a veces salen a la vista y se ocultan misteriosamente.
Está muy reciente todavía lo que ocurrió en torno al mundial de Catar, donde el dinero fácil del petróleo protagonizó los mayores escándalos financieros y políticos y, visto y oído, quizás también algunos de los resultados de las competiciones. Pero en este país nuestro no es sólo lo que rodeó al campeonato de Catar; aquí los escándalos se suceden de una manera tan vertiginosa que unos enseguida tapan a los otros.
Estos días pasados, escuchando lo que protagonizaron los directivos del Barcelona, equipo importante internacionalmente, con los pagos a una organización de árbitros, recordé una frase de Santiago Bernabeu, en sus tiempos gloriosos como presidente del Real Madrid. «A mí lo que me gusta -dicen que decía- es ganar los partidos en el último minuto de un penalti injusto». Ignoro si es verdad, pero su equipo es especialista en ganar en el último minuto los partidos y las competiciones.
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Todos sabemos que el dinero millonario fluye en los fichajes y traspasos de jugadores, sin control internacional, pero no nos habíamos imaginado que, salvo casos aislados, también sea objeto de manejos y trapisondas la actuación de los árbitros. He conocido alguno personalmente y siempre me han parecido profesionales honrados, que no dan muestras de ostentación económica e incluso los hay que viven con dificultades. Pero el colectivo ha estado en una fase de dudas y sospechas.
Lo que está ocurriendo entre el colectivo arbitral, o quien al parecer lo maneja hasta el extremo de ser quien lo transporta a los estadios, no es sólo deplorable, sino de juzgado de guardia. Se está especulando, hablando y opinando al respecto, pero nadie ha actuado con alguna sanción ejemplar, al menos que se sepa. Empezando por el propio club, que tanto presume de ser más que un club, algo explicable viendo lo que hace, que confunde en presupuesto con el deporte. Por suerte, nuestros honrados Real Oviedo y Sporting no caen en estas tentaciones.
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