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Falta poco para conocer la realidad, después de tantas semanas especulando. Termina una legislatura complicada y agitada en buena medida por la política, más que polémica,con que la enfrentó el presidente Pedro Sánchez y una buena parte del Gobierno del que se rodeó. Esperemos ... a ver qué ocurre cuando escuchemos la voz silenciosa de las urnas. Pero los augurios apuntan a que es bastante probable que los resultados recomienden un cambio que, lamentablemente, la aritmética parlamentaria determinará sin responder plenamente a los deseos de una buena parte de los ciudadanos.
Muchos analistas opinan que todo quedó claro al final del debate que Sánchez mantuvo el lunes con su adversario, el líder del PP Alberto Núñez Feijóo, del que salió claramente derrotado y, quizás lo que es peor para él, mejor reflejado de sus características personales que le han restado empatía y animosidad política a lo largo de toda la legislatura. Utilizó buenos argumentos a la hora de defenderse, pero los destrozó interrumpiendo constantemente a su adversario, más modesto en las formas y más respetuoso ante los espectadores.
Sánchez, que en las últimas semanas había renunciado a su actitud prepotente en algunas entrevistas comprometidas, confiaba en el debate cara a cara para recuperarse de la mala imagen y de los errores cometidos, especialmente los que le sirvieron, de forma legal pero de muy dudosa popularidad, para sacar adelante leyes de interés discutible, poniendo en contra a buena parte de la opinión pública y publicada. Como fueron sin duda los pactos con Bildu, el partido que arrastra 40 años de terrorismo y un millar de muertos.
Y cuando se menciona a Bildu, partido que a pesar de su legalidad a muchos estremece, habría que añadir la excesiva contemporización con algunos de los independentistas catalanes, a los que indultó apresuradamente olvidando que habían cometido un delito de sedición y, lejos de arrepentirse, abandonaron la cárcel prometiendo que volverían a intentarlo. No fue lo único que empañó su etapa. Las cifras económicas logradas, haber superado la crisis generada por la pandemia y los aciertos en las relaciones internacionales en una etapa muy compleja, probablemente no vayan a ser suficiente para que muchos olviden. Tampoco merece reconocimiento elogiable la división que creó su política ajena al diálogo. En una democracia el Gobierno es muy importante, pero la oposición también debe ser tenida en cuenta ante las grandes decisiones, y Sánchez ese compromiso lo desdeñó.
Su adversario del domingo, Feijóo, trae en su bagaje la experiencia de 14 años al frente de un gobierno autonómico importante, y aunque durante esa etapa sufrió críticas entre sus paisanos, su círculo en el ámbito nacional es poco conocido, pero correcto. En el debate desmintió la falta de capacidad para defender sus ideas y proyectos que se le atribuye y se ganó simpatías polémicas pero inesperadas. Ahora , a votar toca.
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