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Hoy se celebran elecciones generales anticipadas en Portugal. No tocaban todavía ni las obligaba una moción de censura para poner fin a la Legislatura, que ... estaba discurriendo con normalidad democrática y, a juicio de muchos extranjeros incluso con bastante éxito. Era la segunda del socialista Antonio Costa, gobernando con el respaldo de otros partidos de izquierda. Nada hacía prever unos meses atrás que el Gobierno que había consolidado la estabilidad cayese en cuestión de horas.
Hasta que un día la investigación de un pequeño escándalo de corrupción política, en el que aparecía el apellido Costa entre los implicados, hizo estallar la alarma. El primer ministro leyó el texto del sumario e inmediatamente se trasladó al palacio de Belén, sede de la Jefatura del Estado. y le presentó al presidente de la República, Marcelo Rebelo de Sousa, su dimisión irrevocable. Al salir de la audiencia atendió a la prensa y anunció que era inocente de las acusaciones, pero que no podía dejar que las dudas empañasen la imagen del Gobierno ni la suya propia.
La noticia cayó como una bomba. Los adversarios de la oposición la recibieron con alegría, por la oportunidad que les abrían las elecciones, pero con el mismo respeto que el jefe del Gabinete había anunciado tan honrosa decisión. Pocas horas más tarde se supo que la crisis respondía a un error. El sospechoso de las irregularidades era efectivamente un ministro apellidado Costa, pero nada que pudiera implicar a Antonio Costa más allá de coincidir en el apellido. No son familia, en Portugal, como también ocurre en España, algunos apellidos se repiten mucho sin necesidad de implicar lazos familiares.
El sistema semipresidencialista que funciona en Portugal se diferencia del español en que el presidente, jefe del Estado, que es elegido directamente, puede vetar al Gobierno propuesto por la Asamblea o destituirlo llegado el caso. No fue lo que ocurrió en esta ocasión. Hay corrupción, por supuesto –existe el precedente de otro primer ministro, José Sócrates, que fue condenado a prisión y cumplió la sentencia–, pero, en general, menos que en España y me atrevería a decir que la corrupción es más considerada por la opinión pública y política como más grave.
La experiencia de lo ocurrido en estos años de democracia –dentro de mes y medio se conmemorará el cincuenta aniversario del 25 de Abril, en que fue derribada la dictadura salazarista– refleja que la corrupción política, tanto en el ámbito nacional como local, fue menor y, por supuesto, más asumida por los responsables o simples sospechosos. La conclusión, visto lo que estamos viendo en España, es que en Portugal se dimite. Antonio Costa no lo pensó, ante el riesgo de ver su honradez puesta en duda. Los implicados en el llamado 'Koldogate' se resisten a imitar este ejemplo.
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