Directo Primeros minutos de Dotor y Nico Serrano en El Molinón

Atravesamos una mala racha, como suele decirse. Una mala racha que además bien podría calificarse de universal. La década de los dos mil no se está caracterizando por la buena suerte. No habíamos salido todavía de la crisis económica iniciada en 2008, cuando el mundo ... se vio amenazado por una pandemia de la que apenas teníamos referencias remontándonos muchas décadas en la historia. La aparición del coronavirus amenazando nuestras vidas, sin que todavía se haya conseguido aclarar sus orígenes entre tantos como se evaluaron. Continúan suscitándose las sospechas de un escape en algún laboratorio chino, al mismo tiempo que se contemplaba que pudiera proceder de algún animal exótico que había expandido el virus por el mundo. Sí, por el mundo, porque una de las características que perpetuarán el recuerdo del covid fue la rapidez con que se fue extendiendo por los cinco continentes. Hay mucha memoria de pandemias graves en el pasado, pero ninguna tan extendida. No se ha librado ni un solo país y, además, el contagio se produjo con una rapidez seguramente sin precedentes. La ciencia reaccionó con prisas, aunque no las suficientes como para detener la cifra escalofriante de vidas que se llevó por delante, ni para conseguir vacunas preventivas para que no continuase amenazando. Ahora el peligro no ha desaparecido del todo, pero ya no asusta. Las preocupaciones las está acaparando la guerra de Ucrania. Es una guerra que se agrava también por el temor a que se eternice y cuyos efectos indirectos ya estamos sufriendo en el ámbito de la economía y la convivencia. La guerra es propiciada por las personas, sean rusas, sudanesas, sirias, yemeníes o un triste etcétera. Pero la mala racha está entrando en otra amenaza, cuya capacidad de frenarla se está saliendo de nuestro alcance. Se trata, por supuesto, de la sequía.

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El buen tiempo que hemos venido teniendo estos últimos meses ha sido celebrado por muchos, que han disfrutado de una Semana Santa inolvidable, pero que, todavía sin percatarnos totalmente de su gravedad, está teniendo ya consecuencias imprevisibles, por supuesto, graves. La sequía amenaza también sin precedentes que tengamos en la memoria. Sus efectos son fáciles de prever, aunque algunos ya se han empezado a dejar sentir. La ausencia de lluvias con que concluye el mes de abril, siempre descrito como el de aguas mil, va a afectarnos en muchas necesidades imprescindibles. Las cosechas, que se están viendo afectadas precisamente en una época tan crucial, ya anticipan escasez de productos básicos para la alimentación y, por supuesto, su encarecimiento. Lo mismo que ocurrirá con la electricidad si los embalses continúan bajando su volumen, ya por debajo del cincuenta por ciento. Siempre ha habido sequías, pero la que estamos sufriendo, con temperaturas generalizadas por encima de los treinta grados, es un ejemplo del cambio climático del que se habla mucho, pero se hace poco. De momento se trata de un aviso serio.

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