Directo ¡Otero, a punto de adelantar al Sporting!

El pacto logrado entre el PSOE y el PP para proceder con urgencia a la revisión del texto de la desafortunada -por ser parco en el calificativo- ley conocida como del 'sólo sí es sí', merece algún análisis, aparte de la importancia que tiene a ... la hora de juzgar a delincuentes tan deleznables como los que incurren en violaciones sexuales. Para empezar, es lamentable que la reforma se venga demorando casi un año mientras centenares de acusados y condenados se veían favorecidos con la salida de las prisiones o la reducción de las penas a que estaban sometidos.

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También es lamentable que uno de los dos partidos que integran la coalición del Gobierno no haya sido capaz de asumir su error legislativo e intentar corregirlo, sin entrar en disquisiciones en defensa de la incapacidad de una ministra de Unidas Podemos que se negaba a evitar con urgencia el beneficio que su error, paradójicamente, estaba dando a quienes pretendía penalizar por sus fechorías. Y dicho esto, lo que no es menos lamentable y denigrante para la política: esta ministra, Irene Montero, todavía no ha presentado la dimisión que la opinión pública y la dignidad personal le demandan.

No es normal en los países democráticos, en una situación semejante, que una ministra se aferre al sillón y al coche oficial renunciando a su dignidad e incluso a su imagen pensando en un futuro político. Pero sobre el mismo tema, sí hay algún aspecto positivo que considero importante evitar que pase inadvertido, entre tanta morralla política como se está acumulando en estas vísperas de elecciones municipales y legislativas. Estoy escribiendo del pacto al que tan excepcionalmente han llegado los dos partidos más importantes para resolver un problema tan apremiante. Pactos y acuerdos de este tipo son algo muy normal en otras democracias.

Aquí se ha vuelto algo excepcional. No se trata de que los partidos rivales cambien ni renuncien a sus ideologías y estrategias, ni menos aún que dejen de mantener una rivalidad firme. Todo lo contrario. El duo Gobierno y oposición discrepantes es fundamental para el buen funcionamiento y el control crítico en la actividad política. Lo que es absurdo, y más que absurdo deplorable, es que los partidos se consideren y traten como enemigos y que en los casos o los problemas a resolver, que por supuesto surgen en cada legislatura, no dialoguen, negocien y se avengan a encontrar soluciones consensuadas.

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Se logró durante la Transición y la elaboración de la Constitución. Aquello fue un ejemplo afortunado que causó admiración en todo el mundo y facilitó la recuperación de la imagen de España como país serio, que tanto se había deteriorado durante la dictadura. En las últimas décadas, aquella capacidad que los políticos demostraron para entenderse, fue deteriorándose, hasta el extremo de protagonizar con frecuencia refriegas violentas, al menos al escuchar sus debates parlamentarios, en los que el insulto y la agresividad están al orden del día; es decir, enemigos acérrimos. El acuerdo para enmendar la gran metedura de pata del 'sólo sí es sí' resuelve un conflicto jurídico, pero también abre un camino que sería de desear que no se vuelva a cerrar a cal y canto. En España hay muchas cuestiones que necesitan la colaboración de todos para resolverlos.

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