Hace apenas una semana se produjo en Washington un accidente aéreo grave al que los medios concedieron especial relieve, y no sólo por las víctimas, siempre la parte más dolorosa. Producirse en la capital federal, por donde navegan a diario miles de todo tipo de ... aviones, de pasajeros, militares y privados, fue el ingrediente que de partida cobró mayor interés, aparte de las características del desastre.

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Un avión de pasajeros que volaba a baja altura chocó con un helicóptero de la Fuerza Aérea con cuatro tripulantes a bordo. Los restos y ocupantes cayeron en las aguas del río Potomac, heladas con temperatura por debajo de los veinte grados. Los servicios de rescate actuaron con rapidez y todos los medios, pero apenas lograron extraer algunos de los cadáveres de las 67 víctimas.

Pasados unos minutos, aún sin conocerse las causas del desastre, en la espera lenta de averiguar cuáles han sido, el presidente Donald Trump reaccionó con su habitual impulso y sin dudarlo culpó del accidente a sus dos predecesores en la Casa Blanca: Obama y Biden.

Desde el Despacho Oval, donde se toman las decisiones más importantes de la política mundial, Trump aseguró que es el presidente estadounidense de turno quien elige a los tripulantes de los aviones militares y civiles que navegan a diario por el firmamento federal, y calificó a muchos de ellos de deficientes mentales.

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Trump inspiraba miedo durante la campaña electoral y está confirmando que sus amenazas y ansias de venganza iban en serio. Nada más tomar posesión del cargo, firmó sin mirarlas más de doscientas órdenes ejecutivas –alguna ya retenida por la Justicia– en las cuales incluso no sólo está su pretensión de cambiar nombres geográficos hasta extender su territorio para satisfacer las ansias imperiales.

Una de las prioridades de su política interna es cerrar militarmente las fronteras para impedir que entren migrantes y expulsar con urgencia a las decenas de millares que ya habitan en el país, incluidos algunos nacidos y con derecho a la nacionalidad. El primer incidente surgió con el también polémico presidente de Colombia, Gustavo Petro, que negó la autorización para que aterrizasen dos aviones con ciudadanos expulsados.

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La reacción de Trump no se hizo esperar. Inmediatamente ordenó que se aplicase un aumento a los aranceles de las importaciones colombianas lo cual era ruinoso para la economía del país. La crisis duró apenas unas horas porque Petro acabó cediendo ante el desastre y pactó el regreso de los compatriotas expulsados con la condición de que no tuviesen que viajar esposados.

El recurso a decretar los aranceles se ha convertido en su mejor resorte para ejercer su influencia con los países poco dóciles. Algunas de sus intenciones y decesiones imitan, a juicio de expertos, comportamientos nazi. Para conmemorar el ochenta aniversario de la liberación del campo de Auschwitz, su último propósito es encerrar en Guantánamo a 300.000 extranjeros. El odio de un delincuente nos amenaza a todos.

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