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Esta semana ha comenzado en Nueva York la Asamblea General de la ONU, en la que a lo largo de tres meses participarán delegados, desde jefes de Estado para abajo, de los 193 miembros que integran la organización. Habitualmente en estos primeros días los expertos ... y analistas suelen hacer previsiones sobre su desarrollo y los resultados que cabe esperar de las intervenciones de los líderes internacionales y los acuerdos que pueden surgir en las negociaciones que propicien para resolver los asuntos más importantes, comenzando por la paz.
La primera impresión que produce la participación, con muy pocos dirigentes del máximo nivel de las principales potencias, es de pesimismo. La guerra entre Ucrania y Rusia, que ya va para los dos años sin perspectivas de solución, será sin duda el asunto clave a debatir. Hacía tiempo que no estaba entre los temas principales un conflicto armado de esa naturaleza y además en Europa, el continente donde la paz aparecía más afianzada, después de verse sometida a dos guerras mundiales y 40 años en el centro de la Guerra Fría. Pero además, los efectos de la guerra de Ucrania, sobre la que pesa el temor a una intervención nuclear, afectan de diferentes maneras a muchos países, incluyendo algo tan grave como son alimentos y medicinas.
Los analistas coinciden en que después de una etapa en que la actualidad estaba centrada en la integración, que empezó en las comunicaciones -hoy las redes telefónicas nos permiten comunicarnos con la mayor parte de los países- y, sobre todo, la economía y su desarrollo, muchos avances se han venido abajo y hoy la situación real del mundo es que está partido en dos. La pandemia es indudable que generó muchos problemas y en la recuperación algunos se agravaron y las conquistas logradas no se recuperaron.
Vuelve la tradición algo olvidada del enfrentamiento, como se está viendo en África con el retorno de los golpes de estado que están frustrando la democracia en varios países jóvenes, volviendo a las dictaduras sanguinarias y rompiendo sus vínculos con las antiguas potencias coloniales, lo cual los aleja de las inversiones y el progreso que tanto necesitan. Pero la guerra, agravada por el resurgir de Rusia, cuyo régimen propicia la desestabilización y nuevos conflictos armados menores -como el que estos días mantiene en pie de guerra a Azerbayan y Armenia, en la eterna disputa en torno a Nagorno Karabat-, se suma a esa división en dos entre los nueve mil millones que poblamos la Tierra.
La propia Unión Europea, que es el mejor ejemplo de concordia y entendimiento que se ha logrado, tropieza con obstáculos para seguir progresando. Mientras sus máximos responsables estudian una ampliación a los Balcanes, algunos miembros recientes, como Hungría, Polonia o la República Checa, crean continuos obstáculos que impiden el consenso necesario entre los Veintisiete par a seguir progresando.
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