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Por fin el Congreso de los Diputados nos ha proporcionado una noticia que se sale de la gresca habitual a que nos tiene acostumbrados: medio millón de inmigrantes, que pululan por nuestra geografía en busca de formas de sustento de vida y en muchos casos ... ganándosela desde la ilegal más o menos encubierta, serán regularizados. Es una buena noticia, para los interesados, pero también para la sensibilidad humana de muchos ciudadanos y de la conveniencia de tantas empresas y familias, necesitadas de trabajadores que en determinados entornos sociales empiezan a escasear.
La inmigración, incluso la legal, tiene enemigos que temen que la españolidad de los habitantes del territorio sea absorbida por una invasión de personas de otras etnias, religiosas y lenguas. La realidad, sin embargo, es que se trata de la alternativa que ofrece la solución de muchos de los problemas que enfrentamos. El primero es el de la escasa natalidad que de manera imparable muestran las estadísticas. Cada vez nacen menos niños, consecuencia de cambios de vida y hábitos, y por lo tanto cada vez se echa más en falta la mano de obra futura que requiere el desarrollo.
Bien es verdad que la inmigración no puede quedar abierta a las masas de otros continentes que quieren venir a Europa, España incluida, en busca del nivel de vida de nuestro continente. Por el bien de todos, incluidos los propios inmigrantes, se imponen unas entradas de extranjeros controladas, a los que pueda ofrecérseles unas condiciones básicas de vida con opciones para su desarrollo. El mantenimiento de las restricciones continúa siendo necesario.
Otra cuestión argumentada por los enemigos de la inmigración es por quién votarán estas personas cuando tengan derecho a hacerlo. La democracia no puede cerrar las urnas a nadie.
En cambio, la aprobación parlamentaria de este acuerdo sí ofrece una buena noticia política: se trata de la primera vez en lo que llevamos de legislatura en que el Gobierno socialista y la oposición liderada por el Partido Popular votan de forma conjunta, demostrando así que por muchas diferencias ideológicas que los separen, pueden llegar a entenderse. Opinar distinto no debe implicar que a veces haya coincidencias y acuerdos, algo que se venía echando de menos.
El acuerdo sobre la regularización de imigrantes responde a una conveniencia, pero también es indirectamente positivo por cuanto supone un rechazo conjunto de los planteamientos retrógrados de la extrema derecha. Sus ideas ultranacionalistas se están ampliando en todo el ámbito de la Unión, de la que son claros enemigos desde sus principios fascistizantes, que se resisten a las libertades y al progreso que siempre proporciona la unidad y, por supuesto, a la presencia de otras personas que puedan poner en duda la identidad de la raza pura de nuestras nacionalidades.
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