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La Justicia es fundamental en la democracia seria, y estos días tenemos ejemplos contradictorios, uno aquí cerca, con lo que está pasando en torno a ... algunas cuestiones inasumibles, y otro lejano, pero modélico. La democracia en los Estados Unidos es vieja y a menudo bastante polémica, pero la igualdad que conserva en su sistema de Justicia garantiza una estabilidad que puede peligrar si se cayese en la tentación de interferir o dejar interferir a la política.
Hace un par de semanas asistimos desde la distancia al juicio en Nueva York contra Donald Trump, expresidente y candidato a la reelección en nombre del partido Republicano, uno de los dos grandes que históricamente se vienen alternando en el poder federal. A Trump, que se gastó millones de dólares en la defensa de su supuesta inocencia, el Jurado encargado del dictamen le declaró culpable de los treinta y cuatro delitos que afrontaba.
Ninguno de sus antecesores había pasado por un trance así, que le proporciona el calificativo a perpetuidad de delincuente. Pero el ejemplo de respeto entre los dos poderes se ha repetido esta misma semana, con un caso con algunas similitudes del que cabe extraer las mismas conclusiones. Otro tribunal juzgó por tres acusaciones –drogas y posesión ilegal de armas– a Hunter Biden, hijo del actual presidente, Joe Biden, igualmente candidato a la reelección, en su caso por el Partido Demócrata.
Hunter también fue declarado culpable y, por supuesto, igualmente delincuente. Su padre manifestó que tenía la obligación de defender a su hijo, pero en absoluto de intervenir ni ejercitar su poder, el más importante del mundo, condicionando a los jueces, que en las próximas semanas tendrán que dictar las condenas que ambos –por supuesto sin relación alguna entre ellos– deberán cumplir. Probablemente serán condenas de prisión o, cuando menos, de cumplimiento doméstico.
Obviamente esta situación se estima que tendrá influencia en la campaña electoral, que está en plena efervescencia. La calificación de delincuente no parece estar afectando a Trump. Algunos millonarios que contribuyen a su campaña lejos de ser disuadidos de seguir financiándola, han aumentado sus contribuciones. En el caso de Biden no parece que esté teniendo especial influencia. Primero porque se trata de la condena de su hijo, no de él mismo, y en los Estados Unidos está muy claro que las condenas son personales, nunca familiares.
Pero, con todo, no deja de ser curioso, si es que no relevante –que algo también lo será– que el martes cinco de noviembre próximo el interés mundial que siempre despiertan las elecciones norteamericanas va a estar entre un candidato condenado y el padre de otro reo. Esa coincidencia pasará a la historia, que un país tan fiel a las tradiciones no olvidará. Mientras tanto, en el resto del mundo será una buena oportunidad para tomar nota sobre el respeto a la división de poderes.
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