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Parece que las dos guerras que nos tienen preocupados a los europeos, una de ellas desde hace tres años, han entrado en una fase de ... treguas poco consistentes, pero por algo se empieza. Ahora el miedo se ha multiplicado y cada día cobra mayor gravedad con la amenaza de una tercera contienda mundial, en esta ocasión sin Hitler, pero con dos buenos sucesores, Putin y Trump. Del primero ya sabemos lo que hizo en Ucrania y, en cuanto al segundo, el matón beligerante capaz de cualquier barbaridad que una mala noche de insomnio le pase por la cabeza –y confiemos que no– no le quitemos la vista de las manos, esas con las que tiene la posibilidad de activar armas nucleares.
Se impone que el Papa Francisco se ponga bien pronto y que estimule a rezar por una paz tan amenazada. Confiemos en que a pesar de tanto riesgo nos quedemos sólo con el miedo. Mientras tanto, hay otra guerra más silenciosa que ya ha comenzado y dado pie a un verdadero caos en algo que también inquieta: la estabilidad económica que tanto influye en nuestras vidas. La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca de Washington la ha hecho estallar como un terremoto con su simple recurso a intervenir, como le plazca, en los aranceles que se aplican en las transacciones entre los países. Es evidente que en su demencia confía con ello en controlar al mundo.
Y en cierta medida ya lo está consiguiendo, subiéndolos a su antojo, como si se tratase de un juego infantil, que le hace soñar con ser el más poderoso de la historia, como si no lo fuese ya teniendo el máximo poder militar. Lo más pintoresco, si se permite la expresión, es su veleidad a subirlos y bajarlos cuando se arrepiente o alguien influyente en su entorno de multimillonarios le convencen de que puede afectarlos. Por si hubiese dudas, sus decisiones sin analizar ni preocupar qué efectos pueden causar, provocan los hundimientos de las bolsas, empezando por la de Wall Street, donde muchos perdieron de la noche a la mañana centenares de millones de dólares igual que si se tratase de calderilla. Claro que estas 'demencialidades', como las califican los medios especializados, no perjudican sólo a los ricos y a los fondos de inversión, que se supone pensaban que con Trump en el poder sus dividendos se multiplicarían. También cuentan los problemas creados en las relaciones internacionales y, lo peor para los humildes contribuyentes es que vamos a sufrirlo nosotros, por la inflación que empezaremos a notar a la hora de comer.
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